La historia periodística del invierno fuerte que azota al Ecuador reproduce el drama humano de miles de desplazados en zonas inundadas.
La otra historia que acompaña las páginas de los diarios estos días se cuenta en las interrupciones permanentes de las principales carreteras que unen la Sierra con la Costa por derrumbes peligrosos.
Recién la vía Pallatanga-Bucay, que conecta a Riobamba con Guayaquil, sufrió un largo bloqueo como producto del socavamiento de la mesa por la corriente de un río. Miles de automotores no pudieron pasar o los hicieron luego de días en condiciones de circulación precarias.
Más tarde, otras dos importantes vías también sufrieron los estragos de la dura temporada lluviosa en la ceja de montaña de la cordillera Occidental.
La vía que une a Pichincha con Esmeraldas por los poblados de Calacalí y Los Bancos también se cortó abruptamente.
Y la más importante arteria vial que une a dos regiones geográficas es la más castigada: la vía Alóag-Santo Domingo.
Por estas rutas pasa la producción de alimentos que abastecen a millones de ecuatorianos. La carga de pesca y otros productos del Litoral, que se consumen en la Sierra, y los productos agrícolas de la región andina se mueven por esta arteria.
Transitan diariamente centenas de camiones de productos de todo orden, aquellos que llegan de los puertos de Manabí y Guayas a la capital y las demás ciudades de la Sierra norte y que mueven la industria, el comercio y la construcción.
Una de las huellas que quiere dejar este largo Gobierno es aquella de las obras viales. Millones de personas reconocen la impronta como seña de identidad del Régimen. Si se financiaron, con el dinero del petróleo, de los impuestos que subieron en su recaudación estos años o con deuda, es todo un debate aparte.
Pero cuando los estragos del invierno se dejan sentir en la carretera que une la capital con Santo Domingo de los Colorados, la vía más importante del país, vuelve la pregunta recurrente: ¿Por qué causa un Gobierno que tenía en la obra pública una de sus banderas de convicción y sus argumentos de propaganda no construyó la gran autopista entre Quito y Guayaquil? No se comprende.
Es verdad que la obra era un trabajo monumental de ingeniería que debía contemplar túneles extensos, seis u ocho carriles y una millonaria inversión y larga temporada de trabajos. Pero la circulación en la vía emprendida en los años 60 por la constructora Granda Centeno ha quedado en la obsolescencia y los deslaves constantes causan estragos en la economía y se han llevado centenas de vidas valiosas.
La autopista Quito y Guayaquil será, en cuanto a obra pública, una de las deudas de un Gobierno que pasará al recuerdo en breve por muchas y buenas carreteras pero con un saldo rojo en concentración de poder, autoritarismo y carencia de libertades. Ya ni el tiempo ni la plata alcanzan.