La deuda pública está hoy casi al mismo nivel que cuando empezó el Gobierno. Y eso, a pesar de los extraordinarios precios del petróleo, las altas recaudaciones tributarias y a pesar de que cerca de USD 3 000 millones fueron declarados ilegales e ilegítimos y se dejaron de pagar unilateralmente.
A fines del siglo XX, la deuda pública era un peso para la economía ecuatoriana. En 1999 se destinó al pago de intereses casi el 9% del PIB, una cantidad enorme de dinero. Pero las reformas introducidas en el 2000, hicieron que el país empiece a crecer y el Gobierno a pagar la deuda. Adicionalmente, la renegociación de la deuda realizada a mediados de ese año la redujo en casi USD 3 000 millones. En agosto 2000, la deuda pública total fue de USD 14,430 millones, incluyendo lo que se debía al exterior y lo que se debía internamente en el país.
La Ley de Responsabilidad Fiscal limitó el crecimiento del gasto público y eso permitió que entre 2002 y 2006 se pague algo de deuda. En enero 2007, cuando asumió el poder el actual gobierno, el saldo era de 13,427 millones. Los buenos precios del petróleo y la incapacidad de aumentar el gasto que tuvo este régimen en sus primeros meses permitió que la deuda siga cayendo hasta llegar a su punto más bajo en años con USD 12,909 millones en octubre 2008. En ese mes se declaró ilegítima una parte de la deuda, se la dejó de pagar y, a comienzos del año siguiente, se recompró casi USD3000 millones de bonos. En junio de 2009 la deuda llegó a ser de únicamente USD10,034 millones.
El problema es que desde esa fecha sólo ha subido.
El IESS ha sido el principal proveedor de fondos para el Gobierno, seguido por la China. A marzo 2011, último dato disponible al momento, la deuda estaba en USD 13,312 millones, solo levemente por debajo de lo que estuvo al inicio del Gobierno, y todo indica que estará bastante más arriba para fin de año.
Pero no solo que la deuda ha crecido, sino que los ahorros han caído. Los cerca de USD 2 000 millones que llegaron a acumularse en los diferentes fondos de ahorro (Feirep, Feiseh, etc.) se han esfumado y cada vez son menos los recursos a los que se podría recurrir en caso de una emergencia.
Después de cuatro años de altos ingresos petroleros y de boyantes recaudaciones tributarias, lo mínimo sería esperar tener algo más de ahorros y estar menos endeudados, pero la realidad es exactamente lo opuesto.
Cuando se ve la economía del país en este período, da la impresión de que hemos estado en una gran farra, gastándonos los ahorros y volviendo a endeudarnos, disfrutando del momento sin pensar ni por un instante en el futuro. Es agradable estar en situaciones como esa, el único problema es que algún día se termina la farra y luego vienen los chuchaquis, que son más grandes mientras mayor haya sido la farra.