La Nación, Argentina, GDA
El anuncio del Gobierno de Venezuela de que pondrá en marcha un sistema de control de medicamentos es otro manotazo de Nicolás Maduro para responsabilizar a otros de la debacle económica de su país.
Ciertamente, no es la primera vez que su manifiesta impericia lo lleva a cometer un acto de este tipo. Según Maduro, el desabastecimiento de medicamentos que padece Venezuela no es producto de la galopante inflación, que en 2014 rozó el 70%, ni del abultado déficit fiscal ni de la crisis de confianza en su país, sino de una supuesta guerra económica declarada por “la burguesía parasitaria” y, en especial, por los empresarios, a quienes intenta acorralar mediante controles desafiantes, absurdos y demagógicos. También, acusó a médicos y hospitales de la escasez de medicinas.
En esta oportunidad se ha lanzado a colocar un nuevo cepo a los venezolanos: el cepo a la salud, obligándolos a anotarse en un registro para poder así recibir los remedios que necesitan obtener para el tratamiento de enfermedades crónicas, como las cardiovasculares, las endócrino-metabólicas y las neurológicas. Con anterioridad, había lanzado un desesperado control a la venta de productos de la canasta básica, colocando lectores de huellas digitales en los ingresos de los grandes supermercados, mientras arengaba a saquear cadenas de electrodomésticos al grito de “que no quede nada en las estanterías”.
En una medida que causó asombro y críticas de todo tenor, el Presidente venezolano recurrió a las FF.AA. para que ocuparan temporalmente una fábrica de papel higiénico con el propósito de verificar su fabricación y distribución. La medida fue llevada adelante por el “órgano superior para la defensa de la economía popular”, según anunció el vicepresidente Jorge Arreaza, y puesta en práctica por un grupo de funcionarios protegidos por un escuadrón conformado por militares armados.
Hace ya muchos años que en Venezuela, de manera cíclica, faltan numerosos alimentos básicos, como el café, la harina, el azúcar; elementos de higiene como pañales y servilletas, y medicamentos. En lugar de admitir errores y reformular el rumbo, el Gobierno denunció infinidad de veces que es víctima de supuestos sabotajes.
En un reciente y duro informe, Human Rights Watch responsabilizó al Gobierno venezolano por la profunda crisis de su sistema de salud. La entidad sostiene que las autoridades no han logrado abastecerlo con lo necesario. El director ejecutivo para las Américas de la ONG, el chileno José Miguel Vivanco, fue contundente: “Pocas veces hemos visto, fuera de zonas de guerra, un deterioro tan rápido en el acceso a medicamentos esenciales como en Venezuela”.
Lamentablemente, en ese país, la alimentación, la salud y la higiene, aspectos vitales, se han transformado en rehenes de las constantes batallas que Maduro enfrenta contra fantasmas surgidos de su propia ineptitud, arrogancia y desprecio por la libertad de las personas.