Joaquín Roy
IPS
El Partido Popular ganó las elecciones generales del domingo 20 en España, pero puede perderlas, terminar notablemente debilitado o provocar inestabilidad. En contraste, sus contrincantes pueden salir “ganando”.
De ser un sistema “bipartidista”, el panorama electoral se trocó en uno “bipolar”, compuesto de derecha e izquierda, en el cual compiten por lo menos cuatro partidos.
El más claro pragmático maridaje sería que el Partido Popular (PP) se uniera al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), algo que los socialistas ya han dicho con anterioridad que no contemplarían, por considerar que sería un pacto “contra natura”.
Además, España no es Alemania, donde esa “gran coalición” no alarma a nadie – por la que tuvo que optar Ángela Merkel -, ya que los germanos todavía priman mostrar que son puntillosamente civilizados para sacarse de encima la marca del nazismo.
Tampoco conseguiría la mayoría el casamiento de conveniencia entre el PSOE y Podemos (20,66 por ciento de los votos y 69 escaños), lo que parecería un “frente popular”. El nuevo líder socialista, Pedro Sánchez, y Pablo Iglesias, de Podemos –que resultó infravalorado en las predicciones-, no están dispuestos a hacerse favores mutuos, ya que compiten ferozmente por liderar el nuevo flanco de izquierda.
Pero basta con girar la vista hacia el oeste en la propia península ibérica y ver que tras el triunfo de los conservadores en Portugal, sin mayoría absoluta, sus contrincantes les negaron el pan y la sal, y el Partido Socialista terminó logrando el favor de sus colegas más a la izquierda. En España solamente les bastaría el apoyo de los excomunistas de Izquierda Popular y otros minoritarios para arañar el cielo.
En los viejos tiempos de la consolidación de la transición política el problema se resolvía con la cooperación, paradójicamente, de los partidos nacionalistas periféricos vasco y catalán. En ese arte se destacó Jordi Pujol, dirigente de Convergència i Unió (CiU), dando su apoyo alternativo, para poner en marcha la legislatura, a socialistas de Felipe González o conservadores de José María Aznar.
Eran viejos tiempos, y hoy Pujol está investigado por corrupción y los socios de democristianos de Unió, liderada por Durán Lleida, han desaparecido.
Significativamente, el Partido Nacionalista Vasco (PNV), de origen democristiano también, fue superado por Podemos, que quedó también como más votado en la propia Cataluña, para mayor escarnio no solamente de los nacionalistas-soberanistas, sino también de los socialistas catalanes. En los viejos tiempos, el triunfo de los socialistas catalanes catapultaba la victoria en el resto de España. Era la época del “arte” político. Ahora se transita por la dictadura de las matemáticas, pero se deberá regresar a la magia artística.