Ecuador es sorprendente. Muchos ecuatorianos no ven así su país, no se ven ellos como excepcionales, pero su vida colectiva lo ha sido. Su vida política dio espacio a la contestación y formó antes una “isla de paz”.
Ecuador es además uno de los diez lugares de mayor biodiversidad en el mundo, en tan pequeño espacio confluyen climas y pisos ecológicos tan diversos. Su fuerte densidad demográfica es decisiva para explicar tantos hechos de poblamiento, agricultura, comercio, etc.
sin embargo, no ocupa todo su espacio Casi un tercio del territorio es reserva ecológica o tierras ancestrales protegidas, aunque con amenazas constantes. Es esto fruto de un largo proceso. Los militares protegieron ese espacio amazónico a sabiendas que ahí se guardaban preciosos minerales. Apoyaron la entrega (R. Borja) de territorios a los indígenas, dueños y protectores.
El movimiento indígena, luego el ambientalista completaron un proyecto de Estrategia Ecuador para proteger el medio ambiente. El turismo era una fuente de riqueza, controlada desde abajo, y alternativa al extractivismo primario. Hubo una visión geopolítica y de largo plazo, defendiendo las riquezas naturales para las generaciones venideras.
Pero Correa, gran promotor de la minería, de la extracción petrolera y de la mentalidad mercantilista deshizo las protecciones legales, administrativas y, sobre todo las sociales, el país sería un mendigo sentado en un saco de oro (Humboldt). Como el gobierno pretende que promueve una buena causa, todo se permitía.
El mercantilismo reinante que a todo convierte en vendible-rentable, crece con la avidez del gasto gubernamental fuertemente legitimado. Así, la geopolítica y el largo plazo desaparecen. Las grandes empresas, sobre todo chinas, tienen facilidades para que las normas antes a cargo de un Ministerio del Ambiente que algo sonaba, sean simple trámite. Es la destrucción de los sistemas de protección. Reglamentos y procedimientos van por otro sendero que constitución, leyes y discursos. Correa deja normas que alaban el ambiente, unas importantes, otras justifican el extractivismo fácil, procedimientos que aplanan las exigencias y la represión.
Pero la mayor garantía era el invisible limite que la sociedad tenía para considerar inadmisible lo que ahora se exulta, de poco proteger la naturaleza. Fácil destruir pero cuanto cuesta construir estos difusos limites sociales que pesan más que cualquier escrito. La lucha social, sin embargo, tiene eso de constante que no termina, se renueva con nuevos desafíos.
El “postneoliberlismo” quedó pegado a un extractivismo primario con una distribución de nuevo rico que lo justificaba, una sumisión a los intereses asiáticos que deshace les medidas de protección del ambiente, un retroceso real.