Luego del triunfo de Humala en las elecciones peruanas, varios sectores de la izquierda latinoamericana han proclamado el avance incontenible de su tendencia. Evo Morales, exultante, habla de una América Latina vestida de rojo; el ex presidente Lula, cuyas políticas económicas difícilmente podrían encasillarse en la izquierda, exalta el afianzamiento de los “gobiernos progresistas” de la región y contrasta lo acontecido en Europa; el respetado editorialista Rodrigo Fierro celebra el triunfo de Humala como un hito en la derrota progresiva del “capitalismo salvaje” que oprimió a nuestro continente.
Más allá de estas proclamas emotivas, una lectura fina y atenta del proceso peruano demuestra lo contrario. Para comenzar, la verdadera triunfadora de las elecciones peruanas es la centro- derecha. Aunque las visiones personalistas y los apetitos de Toledo, Kuscinsky y Castañeda impidieran una candidatura de consenso, la votación agregada de la tendencia prueba esa hipótesis. Luego, se debe anotar que la “derechización” de Humala –real o simulada, lo sabremos pronto- permitió el triunfo. Si Humala se vestía de rojo, como los presidentes de Bolivia, Ecuador, Venezuela o Nicaragua, y exhibía la vulgata socialista del siglo XXI, la derrota resultaba segura.
En su artículo ‘Los nuevos tiempos”, publicado en EL COMERCIO hace varios días, el Dr. Fierro pondera la figura de los presidentes de Chile y Colombia, pero los ubica en el “centro” y no en la “derecha” como correspondería. Hay una tradición muy arraigada en el Ecuador de estigmatizar todo lo que huela a “derecha” y desconocer, por definición, sus posibles méritos. Por ello, y ante el incuestionable éxito de presidentes como Piñera y Santos, el articulista prefiere transmutarlos y convertirlos en políticos de “centro”. No pretendo polemizar sobre la geografía política y sus fronteras. El hecho cierto es que esos mandatarios junto a otros, como Lagos, Bachelet o Lula, deben su éxito a la aplicación de políticas económicas liberales que reconocen la importancia de los mercados, la propiedad privada, el comercio, entre otros factores. Más allá del resultado final, el proceso peruano demuestra una adhesión a estas políticas y un rechazo al modelo populista, narcisista y autoritario de Chávez.
La izquierda ideológica ecuatoriana debería revisar sus conceptos anacrónicos y adaptarlos a las realidades contemporáneas. El error histórico cometido al apoyar y viabilizar el caudillismo de Alianza País puede ser reparado con acciones que apuntalen el estado de derecho. Se requieren con urgencia organizaciones políticas modernas que reconozcan los escenarios de nuestros tiempos y construyan instituciones políticas sólidas. Solo así desterraremos los populismos autoritarios que tanto daño infligen a los pueblos.