¿Es lícito que los gobiernos, alegando supuestas razones de seguridad nacional y cuestiones de ese orden, torturen y maten a sus propios ciudadanos? ¿Pueden los gobiernos reprimir a quienes piensen distinto y exijan sus derechos? Discusiones idiomáticas de lado, malentendidos, intervenciones y soberanías aparte, nuestra posición (me refiero a la del Ecuador) respecto de lo que ocurre en Siria produce vergüenza ajena.
De acuerdo con Amnistía Internacional, sin lugar a dudas una de las más reconocidas organizaciones de defensa de los derechos humanos por su trayectoria intachable: “Miles de personas más han sido detenidas desde que comenzaron las protestas en favor de la reforma en Siria, a mediados de marzo; muchas están recluidas en régimen de incomunicación en lugares desconocidos donde, según informes, la tortura y otros malos tratos son habituales. Amnistía Internacional ha recibido los nombres de 180 personas que, según la información recibida, han muerto bajo custodia en Siria desde marzo”.
Por otro lado, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a la que Ecuador por ahora pertenece, condenó con energía la situación siria (en vista de que el Gobierno reprime a sus propios ciudadanos) y las “generalizadas, sistemáticas y graves violaciones de los derechos humanos y libertades fundamentales” en ese país. La ONU, en abundamiento de lo anterior, ha condenado “las ejecuciones arbitrarias, el excesivo uso de la fuerza, asesinato y persecución de manifestantes, activistas de derechos humanos y periodistas; detenciones arbitrarias, desapariciones forzosas, tortura y malos tratos, incluso de niños”. Ecuador fue uno de los pocos países (cuatro, en realidad) que rechazó la resolución de Naciones Unidas y el único de América Latina en hacerlo, aparte de Cuba, por supuesto.
Pensadores de la talla de Umberto Eco, Amos Oz y Orhan Pamuk le mandaron hace poco una carta a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, en la que llamaban la atención, en sus palabras sobre: “La Siria del clan de El Assad es una dictadura transmitida de padre a hijo durante cuarenta años que, con absoluta impunidad, ha infundido miedo en los corazones de todos los ciudadanos mediante el uso de métodos bárbaros y haciendo caso omiso de toda ley humanitaria. Millones de ciudadanos indefensos han sido forzados a la rebelión. Estas gentes, amigables y hospitalarias, han sido presionadas hasta el límite y, apenas con sus manos, han enfrentado a sabiendas una maquinaria letal, conscientes del altísimo precio que iban a pagar”. ¿Distorsión de la prensa? ¿Instrumentos del imperialismo? ¿Intelectuales de poca monta? ¿Perros?