De todas maneras es una buena noticia. Desde hace algún tiempo está circulando el número 19 de la Revista Nacional de Cultura, circunstancia siempre positiva para la divulgación y el debate sobre los grandes temas de la humanidad; también los más reducidos de la experiencia limitada solo a los ámbitos de lo nacional y la reproducción de varias obras del artista José Unda de quien se dice que “su proceso de ‘vaciamiento’ se inició con la figura material de lo humano, para evidenciar la imagen-tiempo lo pasajero de la naturaleza y resultó en un vaciamiento de lo subjetivo, en busca de develar lo eterno”.
Mientras que cualquiera voz de la comunicación colectiva que se apague resulta siempre una pérdida, el esfuerzo denodado de continuar deberá siempre calificarse como positivo y valedero, y tengo la sospecha que acerca del evento de la revista, deberá mucho al fervor incólume de Irving Iván Zapater y su equipo de cercanos colaboradores.
Todo se inicia con un enjundioso pero breve análisis sobre la Historia y el mito, animado por la convicción de que “el recurso al pasado y la necesidad de valerse de él supone colocar a la Historia en su justo sitial y ennoblecerla a través de un serio trabajo de investigación y no menor culto a la crítica; no tratar de confundirla con el mito, porque las consecuencias no harán otra cosa que conspirar contra aquella noble tarea que es construir nuestra memoria social y en la cual todos estamos empeñados como exigencia nacional”.
Entre los estudios destaca el de Alejandro Ciriza en torno de lo que él llama la dialéctica de la discursividad y la práctica, en los escritos políticos de Vicente Rocafuerte, básicamente los que el Presidente agrupó con el nombre de ‘A la Nación’. También es muy estimable el análisis de María Cristina Cárdenas Reyes, bajo la óptica de la amistad ecuatoriano-chilena en la trayectoria del presidente Luis Cordero, a propósito de memorias del primer centenario de la independencia de las antiguas colonias españolas.
Pero talvez nada sea más revelador y sugerente que el relato de un testigo presencial de la revolución de 1911 y 1912, que culminó con el sacrificio del general Eloy Alfaro, así como las cortas reflexiones que van intercaladas en torno de los dramáticos eventos de entonces. La narración corresponde al francés Louis Baudin de La Valette, el mismo autor de la conocida obra del imperio ‘socialista’ de los Incas.
Cierra Baudin de La Valette este borrascoso período con una consideración muy profunda: “Hagamos nuestro mea culpa antes de acusar a los demás. ¿Está bien que nosotros los europeos critiquemos a estas jóvenes Repúblicas? ¿Qué son los horrores de la guerra civil de 1912 en Ecuador comparados con los que cometieron los alemanes en 1914? ¿Qué son las crisis políticas sudamericanas frente a la catástrofe bolchevique? En verdad no es en las selvas del Ecuador donde debemos buscar a los salvajes”.