Vamos a matar a Sócrates, una vez más, pero ahora en Ecuador.
Hace 2 400 años, la Asamblea ateniense condenó a este filósofo a la pena máxima por corromper a la juventud y por impío. Sócrates fue acusado de hereje porque este pensador tenía la mala costumbre de cuestionar las verdades oficiales. ¿Los rayos son mensajes de los dioses o se producen, más bien, cuando chocan las nubes?, se preguntaba. Preguntas como esa incomodaban al Estado ateniense porque la legitimidad de su poder descansaba en la infalibilidad de sus divinidades.
Sócrates también fue acusado de fomentar la indisciplina y la desobediencia entre los jóvenes. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque Sócrates mostraba a sus pupilos la inconveniencia de ciertas leyes, como la de someter todo a voto popular.
Fanáticos conservadores como el dramaturgo Aristófanes, retrataron a Sócrates como un sedicioso cuyo único interés era sembrar dudas en las mentes de las personas, sin reparar en los peligros que eso entrañaba para el orden y la seguridad de Atenas.
El Estado ecuatoriano, controlado por el régimen de la ‘revolución ciudadana’, tiene una visión igualmente sospechosa de ese espíritu socrático representado por la prensa libre. El artículo 10 del proyecto de Ley Orgánica de Comunicación es, en la lógica de este Régimen, una lista de pecados que los medios independientes han cometido y podrían volver a cometer.
Ese artículo dice, por ejemplo, que los medios no deben “incitar a que los niños, niñas y adolescentes imiten comportamientos perjudiciales o peligrosos para su salud”. Si un periódico publica un reportaje sobre la denominada ‘Ruleta sexual’ que se practica en Colombia y Venezuela ¿sería eso incitar a comportamientos peligrosos o informar sobre un hecho real que ocurre en la región? El proyecto de ley también prescribe que los medios deben “abstenerse de emitir contenidos que atenten contra la dignidad de los adultos mayores, o proyecten una visión negativa del envejecimiento”. Si un programa de TV emite imágenes de Juan Pablo II caminando encorvado y con dificultad, como lo hizo hacia el final de su vida, ¿sería eso proyectar una imagen negativa del envejecimiento o contar algo que ocurre de forma natural a todos los que viven largo tiempo? Durante su juicio, Sócrates dijo que él era como un mosquito en la oreja de un hombre, impidiéndole que se durmiera. Los medios independientes cumplen ese mismo rol: con sus preguntas incómodas permiten que la sociedad permanezca alerta. Pero claro, eso no gusta a quienes ostentan el poder. Por eso la Asamblea ecuatoriana, al igual que su par ateniense hace 2 400 años, se dispone a silenciar al periodismo libre con una ley que pasará a los anales de la historia de la infamia.