El 23 de mayo de 1926 se fundó el Partido Socialista como una respuesta a los proyectos políticos que habían administrado al país sin objetivos de cambio estructural y a propósito de la incorporación en la sociedad ecuatoriana de actores sociales de carácter popular que demandaron la construcción de un espacio político que representara sus intereses.
El socialismo se fracturó, luego, por la adhesión de algunos de sus dirigentes a la Tercera Internacional. Aquello provocó, en 1931, el que se fundara el Partido Comunista. Dos años después, el 12 mayo de 1933, se refundó el socialismo en cuyas filas han militado, también, destacados intelectuales del país.
El aporte del socialismo al debate político de las ideas ha sido trascendente. Gestor de importantes jornadas de la lucha social para la consecución de leyes de profundo contenido social; defensor de intereses de amplios sectores de la Patria y contradictor con los regímenes autoritarios que, como el de Arroyo del Río, se vino al piso en lo que se conoce como “la gloriosa de mayo de 1944”; confrontó a las dictaduras de los años sesenta y setenta del siglo anterior y ha impulsado la unidad de la izquierda socialista desde una perspectiva democrática.
El socialismo ha sido una corriente ideológica insertada en la sociedad como un referente de ideas, antes que como un proyecto exclusivamente electoral; nunca ha sido gobierno sino una reserva moral de la izquierda ecuatoriana; de allí que al cumplirse 87 años de vida en este mes de mayo, su profunda división constatada en Guaranda, con oportunidad de su quincuagésimo segundo congreso, no solo afecta a los militantes de dicha estructura sino a la historia de las ideas en el Ecuador.
La fractura interna se ha producido a partir de la negativa de un sector próximo al Régimen para hacer del pensamiento crítico un instrumento de comportamiento político. Desde la suposición que el socialismo solo es un andamiaje electoral o una agencia de cargos, optaron por impedir el debate ideológico.
Lamentable lo sucedido y mucho más cuando es el momento de reflexionar sobre la doctrina socialista, en circunstancias en las cuales Alianza País, una expresión sincrética ideológica y política, promueve desde el poder una ficción teórica en medio de eslóganes que no dan la pauta de ningún replanteo teórico del pensamiento de izquierda, sino de piruetas acomodaticias en el espacio de las ideas.
Corresponde, con el debate doctrinario, reestructurar al socialismo, todavía incrustado en la lucha social y en la historia, como un paradigma. Aquel será un ejercicio indispensable en la imprescindible tarea de pensar.