Los opacos resultados de las acciones militares que Occidente ha lanzado o aupado en países de Oriente Medio, de Asia Central y del Este de Europa, en los años recientes, están a la vista. Son devastadores.
El manejo bélico de los casos de Siria,Libia, Iraq, Afganistán, Yemen, Ucrania, etc., evidencia que la estrategia de Washington y de sus socios europeos ha fallado. Y seguirá cojeando si continúan con más de lo mismo; es decir, atizando más conflictos.
Ahora es más que evidente que la serie de guerras internas desatadas en esos y otros Estados ya está ocasionando estragos en el Viejo Continente. Este, entre otras cosas, se ha vuelto el destino de un éxodo de centenares de miles de refugiados. Un ejército de damnificados por las guerras que se engrosará si los yemeníes también deciden ir a Europa, como lo han advertido analistas.
Ahora, como rotulara este Diario, Siria se ha tornado en la ‘piedra de toque’ de Estados Unidos y de Rusia, las potencias de la Guerra Fría -más que nada ideológica- del siglo XX. Igualmente, la 70 Asamblea General de la ONU ha dejado en claro que la disputa alrededor del país que gobierna el déspota Bashar al Assad es el más reciente episodio de la nueva Guerra Fría de esta centuria. Una confrontación con una multiplicidad de componentes y que se libra en varios frentes: económico, financiero, comercial, industrial, energético, etc. Alrededor de Siria existen profundas diferencias entre la Casa Blanca y el Kremlin, como lo ha enfatizado, entre otros, el diario estadounidene The New York Times.
Los grises resultados de Occidente en su afán de aplicar sus ‘recetas’ -y, sobre todo, defender sus intereses- en países con otro tipo de ‘cultura’ política activan el debate alrededor de muchos temas. Uno de ellos: la necesidad de probar fórmulas distintas, con énfasis en la diplomacia, y cesar su respaldo a milicias como el demencial Estado Islámico (EI), que es responsable de atrocidades. Y ¿por qué no con el apoyo de Putin?, quien -por cierto- ha robado protagonismo a Barack Obama en el escenario internacional y, lógicamente, también defiende sus intereses en Siria, en particular, y en Oriente Medio, en general.