Gracias a la libre comunicación, las imágenes del embate natural sobre Japón quedarán grabadas por siempre y, espero, aprendamos lecciones que recordaremos a diario. Siendo el país más preparado estructuralmente contra los terremotos, no hubo salvación ante la gigante ola que llevó a su paso construcciones y seres humanos como si se tratara de modelos a pequeña escala. Sucedió cuando nuestro continente dormía y, la sorpresa para los ecuatorianos que comenzamos el día frente a un noticiero no pudo ser mayor y más aterradora, aumentada por las impresionantes imágenes. Dejé las cadenas nacionales en búsqueda de un espectro diferente, para ver cómo otros países que, también podrían ser afectados por el tsunami, reaccionaban a tan devastadoras noticias.
Realizado el clic con el aparato que controla el mundo en vivo y en directo, me encontré con lo que será una lección de vida y, ojalá lo sea también para quienes gobiernan nuestros países. Reconocí que la serenidad y la compostura son cualidades indispensables en la persona que lleva el título de mandatario de un país. Estas cualidades imparten poder y credibilidad y eso viven los pueblos gobernados por hombres que las practican. El pueblo chileno ha vivido en los últimos meses más de un episodio trágico. Han llorado a sus víctimas y reído con aquellos rescatados, siempre bajo mando de un hombre sereno ante todo y cuya compostura, ni en las tristezas ni en las alegrías, se desmorona porque sabe llevar el título de Presidente de Chile. Pena que no toda la población tiene la suerte de poder comparar con los noticieros internacionales, estatales o no.
Su guía para la comunidad equivale a salvación para todos ellos y nada tiene que ver con su tendencia política, sino con saber reconocer que gobernar es un valiosísimo arte difícil de masterar. Sabiendo controlar su ego, su vanidad y sus impulsos frente a la popularidad y desesperación por saber más, manejando su inteligencia para brindar calma y no pretender ser un showman más. Ni en los momentos más críticos, se presta para populismos que puedan dejar en ridículo su posición. No gasta el tiempo en reuniones televisadas, no baila cuecas, ni se presta a sensacionalismos. Menos aún, frente a una posible emergencia humanitaria, se dedica a la barata publicidad política. Su línea es clara, en sus palabras se reconoce a un líder que guía a un pueblo. Sereno, compuesto, se presenta como un mandatario impartiendo su poder sin necesidad de resaltarlo, líder puro, gobernante, político maduro frente a una posible y devastadora realidad. Lecciones que deberían guardarse en la mente y el corazón de cualquiera que pretenda ser algo más que un ciudadano común.