En el país se priorizan otras cosas mientras los temas de fondo quedan intocados o a medias, más allá de los discursos y las intervenciones mediáticas. Más interesa mantener cautivo al electorado con asistencialismo antes que lecturas completas de la realidad política (los resultados de la consulta popular) y aprovechar la oportunidad con precios altos del petróleo, aprobar políticas que ofrezcan seguridad jurídica, que generen fuentes de empleo, una de las principales demandas además de la inseguridad ciudadana.
Ese es el caso de los cambios en la universidad, que con tanta pompa se hizo desde el Ejecutivo, la Senplades y la Asamblea. En general, salvo honrosas excepciones que avanzan, los problemas siguen latentes en un momento de transición, con múltiples cuentas pendientes, a la espera de la aprobación de los reglamentos de la Ley Orgánica de Educación Superior, vigente desde hace 8 meses. En suspenso la elección de vocales de los nuevos consejos de Educación Superior y de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad, retrasados en el CNE. Solo funciona la Secretaría de Educación Superior (Senescyt).
Uno de los testigos de cargo de esta frustración es Arturo Villavicencio, científico e investigador internacional, que fuera el principal actor -por pedido del Gobierno- del informe que hiciera el anterior Conea sobre el estado de las universidades y por tanto del proceso de cambios últimos, que le valió juicios que ha tenido que enfrentar por haberse jugado en el tema. Escéptico, crítico y pesimista por la desidia actual. Se ha perdido el tiempo sin diálogo y muy lejos de llenar las expectativas que se crearon.
Pero no es el único. Según el rector de la Politécnica, Alfonso Espinosa, el sistema está paralizado, no funcionan los consejos establecidos en la ley. Los institutos superiores son una bomba de tiempo. Hay una demanda insatisfecha, con la reducción de recursos. El problema va a ser mayor porque en la secundaria está aprobado el bachillerato unificado y no hay capacidades en las universidades.
El secretario de Senescyt, Manuel Baldeón, ha reconocido la demora en la expedición de los reglamentos y las designaciones, que están atrapados, aunque debe tenerse una visión positiva con un problema que se arrastra. Se parte de la autocrítica, a sabiendas del retraso en este campo. El país no está en ninguna lista de inventos e innovaciones aunque eso no significa que seamos tontos, como reconoció el catedrático Carlos Arízaga.
Cómo se puede avanzar así. Ni siquiera pueden solucionar los problemas de forma para luego enfrentar los temas de fondo, estructurales, como es el mejoramiento de la calidad de profesionales y la formación ética de los mismos. Solo siguen los discursos y las promesas permanentes para no reducir aún más el electorado.