Una semana de meditación

Popularmente llamada Semana Santa, siempre está en el primer plano como vivencia necesaria para la invocación religiosa del catolicismo, las autoconfesiones y las promesas de corregir errores; que a la vez pueden expresarse a través de sinceros desagravios por ofensas o criterios proferidos. A la par, hay que incluir también a las minorías que practican el ateísmo y por eso son inofensivas al practicarse la tolerancia. Es necesario este reconocimiento como realidad en el mundo occidental del cual somos parte, porque nos permite vivir en armonía social, muy a pesar de que desde las alturas del actual poder político hay signos contrarios a una necesaria convivencia. Este ámbito o panorama deja arrinconada a la violencia, y así habría que mantenerla siempre, para el bienestar de la vida familiar, y ampliada en las perspectivas de los medios sociales sin considerar diferencias de ingresos monetarios, porque cada cual sabrá como disponerlos.

Dentro del medio interior de los hogares, hay que practicar sentimientos de armonía a través de disculpas por actos de agravio si aquello ha acontecido, y con la concurrencia o no a recintos religiosos dar expresiones verbales positivas de amistad para terceras personas, y abrazos sinceros para quienes comparten la vida diaria en forma directa. Aquellas expresiones de amables saludos con las personas que conforman el vecindario que antes eran práctica común, parece que han ido desapareciendo a través de la vorágine de la vida diaria sujeta a obligaciones y horarios, en la cual el individualismo se ha impuesto. Por eso, es necesario reconocer que ese ámbito donde impera el individualismo debe ser vencido en homenaje a la convivencia y fraternidad, como principios necesarios de la vida diaria entre el trabajo, la vida social y el núcleo principal que es la familia.

Exista o no la posibilidad de dejar el medio habitual de vida, para viajar a otras ciudades dentro o fuera del país, deben prevalecer los valores que proporciona la meditación religiosa católica en la mayoría de nuestros medios sociales, para a través de la invocación divina, conseguir la paz interior que nos permita abrir las puertas de la tranquilidad como escenario en el cual nos acerquemos a la divinidad, cualquiera que esta sea la que adquirimos y la invocamos para desarrollar nuestras actividades.

Por fin, parece que es necesario que cada año el calendario nos señale estos días con caracteres distintos a los habituales, para abrir el pensamiento a los principios religiosos tan necesarios, porque logran el equilibrio de las horas y días del vivir habitual, con las creencias situadas en el nivel alto de unas neuronas cerebrales propias de los seres humanos que llegan a las profundidades sentimentales, y que están ausentes en los otros seres vivos que integran el reino animal.

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