Si, asumo el riesgo de querer seguir creyendo en el no beneficio personal, en cuanto a los negocios económicos que se vinculan al poder, por parte del presidente Rafael Correa Delgado, no solo porque lo conozco desde mediados de los años sesenta, él en su primera infancia -y lo digo así porque hay seres que nunca dejan de tener brotes de infancia, con sus expresiones de miedos, rencores y caprichos-, y conocerlo como estudiante y luego profesor en las décadas finales del siglo XX, si no porque creo que su ambición solo se condiciona por ejercer el poder, eso sí extendiéndolo sin límites -si por él fuera- en el espacio y en el tiempo.
No quiero compararlo con Velasco Ibarra, cinco veces presidente. ¡Qué no se dijo de sus entornos! En su cuarta Presidencia, su entonces vicepresidente y luego sucesor, Carlos Julio Arosemena, habló de los “enloquecidos por el dinero”, pero luego lo apoyó para su quinta elección. Y entonces, en esa última campaña, Arosemena dijo que los “enloquecidos”, “robaron y se apartaron”. Los últimos años de vida de Velasco, en Buenos Aires, años setenta fueron la mejor evidencia de su honestidad y desprendimiento de lo económico.
Ojalá a Correa no se lo confunda con los “revolucionarios” de derecha o de izquierda, que se fondean en el poder. El caso de Pinochet, en Chile, y el de Gadafi, en Libia, son decidores, y son algunos los que se puede citar.
Hay quienes se atreven a decir, por lo del entorno y lo de los “enloquecidos”, que el correísmo podría ser como “un sexto velasquismo”.
El abuso del poder ha llevado a un aparataje formal de convocatorias, concursos y subastas, para que se los crea honestos, en procesos en que luego aparecen indicios de favoritismos, marcados por vínculos decidores de posibles tráficos de influencia, y por sobreprecios, en la contratación pública; así como al desmantelamiento de los controles previos por varias reformas legales. El resultado es la multiplicación de la corrupción.
También hay mucho de desesperación “por hacer cosas”, alimentada por quienes no actúan con racionalidad y técnica, sino que se llevan por deslumbramientos o apuros para la noticia y la foto, o por el solo acatamiento a lo que el Presidente, influenciado por alguien, dispone. Los casos de los radares chinos y los aviones no tripulados, no eficientes para su funcionamiento, a más del mantenimiento de la cuasi chatarra que son los aviones Mirage que Venezuela “donó”, han generado costos que, sumados a otros en armamentos, llevan a que el Ecuador, con imagen de gobierno rico y dispendioso, esté en la región al máximo en la relación gasto militar – producto interno bruto del país.
Tanto dinero en el entorno del poder, con indiscutible habilidad comunicativa, podrá auspiciar otra y otras reelecciones. ¿Correa estará dispuesto a liberarse de los “enloquecidos” de su entorno?