El término revolución se ha adjudicado, en la tradición política ecuatoriana, a cada “cuartelazo” o cambio violento de gobierno. No hay, empero, proceso que merezca más el calificativo, que el golpe de Estado de 1895 y la etapa que siguió hasta 1912. Esa fue una “revolución de veras”, si bien parcial y limitada, lo suficientemente profunda como para haber realizado significativos cambios en la Sociedad y el Estado. Como afirma Cueva, “puede decirse que la revolución del 95, pese a haber sido en esencia una consolidación política de la burguesía, removió la sociedad toda”.
La radicalidad del movimiento liberal alfarista llevó a que se produjera no solo un cambio de gobierno, sino una ruptura, un cambio de régimen y del carácter del Estado. Las reformas liberales modernizaron el Estado. No se limitaron solamente a un esfuerzo por robustecer al poder central. Se orientaron hacia una separación creciente de la Sociedad Civil y el Estado. El liberalismo en el poder limitó los recursos legales de control terrateniente sobre las masas. No realizó reforma agraria, pero denunció lo anacrónico de las instituciones prevalecientes; impulsó la construcción de vías de comunicación; realizó reformas burocráticas y legales. Estas últimas incluyeron un nuevo Código de Comercio. Y emitió una Constitución que consagró el Estado laico en 1906. En su esfuerzo por consolidar la autoridad central, chocó con las municipalidades.
De la revisión del proceso 1895 – 1912, se desprende que, si bien el grupo social referente de la “Revolución” fue la burguesía, su dirección política no asumió, en los primeros años, caracteres hegemónicos. El mantenimiento del poder terrateniente, y la movilización de sectores populares y medios, significó un límite en la capacidad de la burguesía para establecer hegemonía desde el primer momento. La Revolución Liberal no desmanteló el poder latifundista. Mantuvo prácticamente intocado el poder regional de los terratenientes. Esto se debió al carácter mismo de la burguesía comercial y bancaria, a su estrecha imbricación con los hacendados costeños, y a la efectiva resistencia de los terratenientes del altiplano, con quienes terminó por negociar. Pero la dirección política de la burguesía fue también cuestionada “desde abajo”. En los años de avance de las transformaciones liberales hasta 1912, los campesinos y trabajadores urbanos, los grupos medios, desafiaron consolidación de un régimen “plutocrático”. Este se dio luego, solo cuando fue derrotado el alfarismo y la transacción con el latifundismo tradicional se había consumado. Es decir que, aunque desde 1895 hacia adelante la burguesía fue la clase fundamental en la compleja alianza dominante, solo después de 1912 se consolidó su dirección política, por cierto, frecuentemente desafiada en los años siguientes.