Columnista invitado
Los avances tecnológicos de la “Cuarta Revolución Industrial” son de una magnitud asombrosa. La velocidad de los cambios en las cadenas productivas y en los modelos de negocios, hacen que necesariamente haya que abordar los temas de productividad y competitividad empresarial desde una nueva e innovadora óptica.
La Internet de las cosas, la inteligencia artificial o la robótica, transportan al modelo empresarial a un escenario novedoso en todas sus formas, que implica un cambio vertiginoso de los modelos de producción, encadenamiento productivo y colocación de productos en un mercado cada vez de mayor exigencia, comodidad y rapidez.
El Foro Económico Mundial publicó su reporte “Readiness for the Future of Production”, que es una interesante evaluación respecto al posicionamiento frente al futuro de los procesos productivos de 100 economías a nivel mundial que representan más del 96% del Producto Interno Bruto del planeta. Allí se analizan dos ejes: primero, la estructura productiva de cada país, donde se miden la complejidad de la economía y el valor agregado manufacturero; y, segundo, las variables de producción, tales como la tecnología e innovación, capital humano, comercio mundial e inversión, marco institucional, sostenibilidad de recursos y entorno de la demanda.
Los resultados arrojan un primer grupo de 25 países que están listos para capitalizar las oportunidades y mitigar cualquier riesgo dentro del proceso de transformación productiva. En el segundo grupo están 17 países con potencial alto de éxito, debido a su estructura productiva sólida o porque “están bien posicionados para el futuro”.
El Ecuador se ubica en el grupo de 58 países restantes, catalogados como los menos listos para afrontar los retos de la producción de futuro. No solamente es alarmante que según el reporte, nuestro país esté en este grupo, sino que además ocupe el puesto 90 en el ranking, se ubique en el último lugar entre los países de América Latina que fueron medidos, y esté solamente por delante de Nigeria, Uganda, Mongolia o Camerún.
El futuro de la producción tendrá un impacto directo en la generación de empleo. El fortalecimiento de las instituciones, el diseño de una agenda moderna de fomento a la competitividad empresarial y el inicio de un proceso de apertura inteligente y pragmático al mundo son urgentes y necesarios.
Sin demagogia ni politiquería, hay que comprender que la forma de atraer tecnología y conocimiento es a través de nuevas inversiones. Una eficiente cooperación entre sector público y privado diseñará una visión estratégica capaz de captar las oportunidades que un mundo vertiginosamente cambiante ofrece y demanda. Caso contrario, la década perdida no habrá terminado, causando perjuicio a esta y a las nuevas generaciones.