Es una pena que el presidente Ollanta Humala vuelva a poner en duda lo que con mucho esfuerzo ha aprendido a respetar en su gobierno: la libertad de prensa.
Más pena da verlo resbalar innecesariamente al terreno del que se había alejado hace mucho tiempo, aquel en el que se mueven a sus anchas, aunque no como peces en el agua (porque enfrentan oposiciones dignas y respetables), los autoritarismos de Hugo Chávez en Venezuela, Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador.
El mayor adversario de todos ellos no es el subdesarrollo, al que combaten en sus discursos y mantienen con su ineficiencia, sino la prensa, por no permitirles gobernar bajo la impunidad total con que quisieran hacerlo y en medio de la oscuridad pública con que suelen manejar los asuntos de Estado.
En efecto, sentado codo a codo con Rafael Correa, en una reciente ceremonia de reactivación de proyectos bilaterales atrasados, realizada en la ciudad de Cuenca, Ecuador, Humala terminó rubricando y prácticamente haciendo suya una frase infeliz de su homólogo ecuatoriano, en el sentido de que la prensa de su país “publica cochinadas” y que la nuestra (la peruana) es capaz de hacer eso y mucho más.
Humala no solo no pudo impedir o por último advertir (personalmente o a través de su protocolo de Cancillería) que Correa no interviniese en asuntos internos del Perú (lo estaba haciendo y alegremente al referirse a la prensa peruana), sino que, para colmo, secundó sus palabras, al sostener que aquí , en nuestro país, los medios de comunicación “son iguales”, es decir que “publican cochinadas”.
¡Qué vergüenza que usted use la compañía de un mandatario amigo, que está dando un ejemplo de gobierno democrático al otro lado de la frontera, para calificar de “cochinada” toda la verdad que la prensa de su país se empeña en develar cada día en un Ecuador que hace mucho tiempo reclama ser gobernado en libertad y pluralidad y no con la sola voz monocorde de su gobierno!
¡Y qué lamentable para nosotros los peruanos que durante un par de minutos el presidente Humala haya pensado como Correa!
Sería terrible que Humala pensara así todo el tiempo del trabajo e interés de la prensa por informar de los asuntos del gobierno y del Estado, que por si acaso no son asuntos privados, sino públicos, y que por eso mismo generan un natural y legítimo derecho ciudadano a ser conocidos y ventilados ampliamente.
Esperemos que su resbalón político de Cuenca no sea para Humala el punto de retorno a la visión esquizofrénica que él tenía antes de la prensa y que la cambió por una tolerancia todavía difícil en él pero hasta hoy llevadera, a contracorriente de los fermentos nacionalistas y socialistas que aún lo rodean.