Una muestra de la obsequiosa política revolucionaria fue el triste y deleznable episodio de los perniles que entregó el gobierno de Maduro al pueblo venezolano. Los habitantes de la agonizante patria de Bolívar, que seguramente se estará retorciendo en la tumba ante la catástrofe que ha dejado el chavismo cantarín, usurpador de su espada y exterminador de su imagen, no solo tienen que soportar la escasez de alimentos, el hambre, la violencia y la devaluación galopante de su moneda, sino que además deben humillarse haciendo largas filas y estar dispuestos incluso a ser avasallados, golpeados, heridos o asesinados por un miserable trozo de carne que les ofrecieron como regalo. Aquellas imágenes desoladoras, angustiosas, de la gente esperando el prometido pernil, constituyen prueba fehaciente e incontrovertible del fracaso estrepitoso del socialismo del siglo XXI que ha dejado a su paso (así lo muestran las crónicas gráficas diarias en Venezuela): desolación, hambre, desesperación y pobreza, como si por allí hubieran transitado las huestes de Atila, el sanguinario jefe de los hunos en el lejano siglo V.
También otros gobiernos de la misma ideología socialista del siglo XXI han sido proclives a hacer regalos, ya sea para aplacar a sus pueblos iracundos e insatisfechos, o para desviar la atención de sus escándalos y corruptelas, o, simplemente, para mantener adormecidos a sus ciudadanos con cuentos de hadas y paraísos ulteriores que pretenden hacer más soportable la pesadilla a la que los han sometido.
Los regalos revolucionarios marca siglo XXI suelen tener distintas formas y diversas denominaciones. Bien puede tratarse de obsequios tangibles (aunque sea en sueños ensalivados como pasó con el pernil), o con los bonos de la pobreza cuya condición invariable es que la persona se mantenga en la miseria pero siempre alineada con su líder, o bien puede hacerse por la vía del folclor y el divertimento con pródigas parrandas seguidas del chuchaqui del que debe pagar la fiesta. El circo, por supuesto, estará siempre entre las ofrendas preferidas de los líderes revolucionarios, ya sea haciendo trabajar horas extras a sus marionetas, desapareciendo papel moneda en sendos trucos de magia, riendo a carcajadas con los chistes agrios del payaso mayor, o promoviendo el escapismo entre sus socios y compañeros. En ocasiones se ha sabido también de regalos tan particulares como asilos de larga duración, nidos de amor permanentes en importantes capitales europeas, cédulas de identidad y suculentos cargos diplomáticos.
Pero aunque resulte increíble, hay gente que todavía se queja y rechaza los regalos revolucionarios, y por desgracia en esos casos si es que no logran salir del paraíso prometido, recibirán inevitablemente su dosis de desprecio, palos, prisión o plomo.
Y es que sus regalos, compañeros, solo descubren la miseria y el oprobio de las falsas revoluciones en las que se gestan nuevos ricos y se multiplican los más pobres.