El tema de la reelección quedó zanjado en el Ecuador hace seis años cuando se redactó la Constitución. En los debates se consideró que la reelección era inconveniente para la democracia por el peligro de que se utilice la maquinaria pública con intereses electorales. También se tomaron en cuenta aspectos positivos como la experiencia de los líderes y la continuidad de la gestión. Para conciliar estos argumentos contrapuestos, los autores de la Constitución establecieron la reelección por una sola vez.
Acaba de renacer el debate en torno a la reelección. Las reflexiones de hace seis años, al parecer, soslayaron argumentos contundentes que se presentan ahora. Examinemos al menos tres de estos nuevos argumentos. El primero dice poco más o menos: la prensa corrupta que sostenía que la alternancia en el poder es esencial para la democracia, ahora que quiere reelegir al que sabemos, sostiene que lo importante es la continuidad. Pues bien, si quieren continuidad, entonces, vamos a la reelección indefinida.
Otro argumento plantea algo así: la oposición quiere la reelección con el argumento de que un funcionario tiene respaldo popular y ha hecho bastantes obras; pues bien, yo también tengo respaldo popular y he hecho bastantes obras, entonces me voy a postular para cuatro añitos más.
Un tercer argumento a favor de la reelección observa: quien sostiene que se impone un relevo generacional, lleva tres períodos y es amigo y aliado de Castro que tiene 55 años en el poder y nunca ha hecho una elección. Es el pueblo el que debe decidir.
Con estos argumentos, el debate sobre la reelección sería juego pirotécnico de palabras, sin lógica ni ética. Para que el debate cobre seriedad debemos establecer los siguientes datos imprescindibles: que los protagonistas de este nuevo debate son el Alcalde de Guayaquil y el Presidente de la República, los dos líderes más populares del país; que los dos contrincantes dijeron que no buscarían la reelección; que hablan de cosas diferentes, el primero habla de una reelección permitida por la Constitución y el segundo de una reelección prohibida por la Constitución; que detrás de uno y otro hay muchos aspirantes a la reelección y muchos deseosos de establecer la reelección indefinida.
¿Cómo es posible, en un país cuya Constitución limita la reelección a una sola vez, un Alcalde que pueda quedarse 18 años y un Presidente que pueda quedarse 10 años? La respuesta es triste. Todavía no terminaban de escribir la Constitución y ya diseñaron un pequeño artificio para beneficiar a alguien. El artículo 10 del Régimen de Transición dice que “el período de gestión de los dignatarios electos con las normas del Régimen de Transición, se considerará el primero, para todos los efectos jurídicos”. El debate actual es entre los favorecidos por ese artificio y se acusan mutuamente de doble discurso.