El asalto al Parlamento canadiense por un joven que se había convertido al Islam solo un mes antes, debería fomentar algún interés sobre porqué un número creciente de jóvenes está dispuesto a dar su vida por el Islam radical.
Hasta ahora, ataques como el de Otawa el 22 de octubre han sido descritos como fanatismo. Pero cuando los suicidas suman más de 2 000, es el momento de mirar a esta expansión más allá de los estereotipos.
Vale la pena señalar que numerosas voces sostienen que el mundo islámico y sus valores son intrínsecamente antioccidentales. Pues bien, los datos básicos no apoyan esa teoría, que ahora es utilizada por los partidos xenófobos que han surgido por todas partes en Europa. Se debe recordar que hay 1 600 millones de musulmanes en el mundo. Indonesia es el mayor país en población musulmana, seguido por la India. Toda la región de Oriente Medio y Norte de África cuenta con 317 millones, frente a 344 millones solo en Pakistán e India. Existen 3,4 millones en Estados Unidos y 43,4 millones en Europa. Eso significa que uno de cada 100 000 musulmanes puede ser yihadista.
Hay cuatro causas históricas para entender el yihadismo, que se olvidan fácilmente.
En primer lugar, todos los países árabes son artificiales. En mayo de 1916, George Picot y Mark Sykes, representantes de Francia y Gran Bretaña, acordaron un tratado secreto, con el apoyo de Rusia e Italia, para repartirse el Imperio Otomano al finalizar la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Así es como nacieron los actuales países árabes, con una división entre Francia y Gran Bretaña, sin ninguna consideración por la historia y las realidades étnicas y religiosas. Excepcionalmente, Egipto tenía una identidad histórica, de la que carecían países como Iraq, Arabia Saudita, Jordania o Emiratos Árabes Unidos. El problema kurdo, de unos 30 millones de personas divididas entre cuatro países, también fue creado por las potencias europeas.
En segundo lugar, las potencias coloniales instalaron reyes y jeques en los países que crearon. Para dirigir esos países artificiales, se requería mano de hierro. Así, desde el comienzo, hubo una falta total de participación de la población, con un sistema político que estaba totalmente fuera de sincronía con el proceso democrático que acontecía en Europa. Con la bendición europea, los países de Oriente Medio quedaron congelados en la época feudal.
En cuanto al tercer motivo, las potencias europeas no hicieron ninguna inversión en el desarrollo industrial o en un verdadero desarrollo. La explotación del petróleo estaba en manos de empresas extranjeras, y solo después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y el subsiguiente proceso de descolonización, comenzó un proceso de participación local en la explotación del petróleo.
La cuarta razón se acerca más a nuestros días. En los Estados que no ofrecían educación y salud a sus ciudadanos, la piedad musulmana asumió la tarea de proporcionar esas y otras funciones sociales.
IPS