El joven Mapahuira –inteligente y pobre-, hijo de la primera vendedora ambulante de la ciudad, alumno del “patrón Mejía”, se convirtió en el mejor orador popular y, por supuesto, se afilió al socialismo. A los 25 años –en 1947- constó ya en una lista encabezada por Galo Plaza y Benjamín Carrión y fue un diputado famoso. Luego se graduó de abogado y unos años después, un día inolvidable, recibió una propuesta del empresario español Oscar González Artigas: “hola Mapa. Quisiera que seas inspector general de mis catorce empresas”. Con el grato sueldo de 3 mil sucres, sabroso para la época.
Con autorización del jefe socialista Luis Maldonado Tamayo, jura, aceptó la propuesta y cambió su vida. Pero se armó una batalla en el socialismo ecuatoriano y ganó el ala izquierda –encabezada por Manuel Agustín Aguirre-. Fue expulsado, aunque siguió escribiendo en el periódico La Tierra. Seguramente constituyó el momento más dramático de la larga vida del Mapahuira (Miguel Angel) Cevallos. Pero en sus 89 años ha vivido algo de todo y ha conocido personajes y detalles –de Quito especialmente- por millares. Sus recuerdos, anécdotas y chismes –contados con desenfado pero con límite- nos clavaron en el libro de Pablo Cuvi durante largas horas, sin levantar cabeza.
Las memorias del Mapahuira coincidieron con una etapa en la que el Quito de ayer despierta interés y curiosidad, más si se rememoran épocas tan diferentes, cuando era una ciudad dulce, estrecha, tranquila, amistosa. Supersegura. Tan diferente a la de hoy, cuando se aproxima a los tres millones de habitantes, y hasta brota la oferta de un Metro y –gracias a la historia y la anécdota- surge la pregunta: ¿cómo se movilizaban los quiteños y chagras de ayer y antier?
Comenzó el siglo pasado con el coche –y a veces los caballos trotando por las calles-, luego apareció el tranvía (1911), el avión hizo un saludo en 1920, el bus pitó a la capital en 1930, más o menos igual que los “carros de plaza”, taxis, hasta llegar a la mezcolanza y congestión de hoy. Lo cierto es que a estas alturas el alcalde nos puso en la mente y en el corazón la ilusión de un Metro de 23 kilómetros, con prolongaciones a las ciudades satélites. Un tema realmente difícil, pero no hay otra opción. Adelante, don Augusto. El Jefe también ya ofreció. No hay vuelta atrás.
Por supuesto, hablando del Quito de ayer, no han faltado las menciones a la ciudad sanfranciscana, aquella en que una muerte violenta era un caso singular, suscitado por circunstancias extraordinarias. Muy diferente al Quito de hoy, muy lindo, por cierto, pero con cifras escalofriantes en el robo y el crimen, con sicarios y asaltos organizados. Con todo un desafío que espera la atención plena de las autoridades nacionales y municipales y que merece el apoyo de los ciudadanos. ¿Qué opinas, Mapahuira?