Lejos de aceptar el revés electoral de hace apenas tres semanas, falta poco para que muchos voceros del Gobierno y de AP proclamen que están en su mejor momento; si bien los más autocríticos parecen haber recibido el mensaje de las urnas, la mayoría quiere convencernos y autoconvencerse de que aquí no ha pasado nada.
Estas manifestaciones son parte de las incoherencias que permiten ver a un movimiento confundido, sin estrategia clara. Para terminar con esa ambivalencia quizás sería mejor que, usando un símil del psicoanálisis, hagan el duelo e inicien una terapia de aceptación.
El presidente Rafael Correa quiso, en la entrevista del jueves posterior a las elecciones, transmitir una imagen de ecuanimidad y anunció la decisión de que no seguirá bloqueando la comunicación -normal en democracia- entre los ministros y los medios independientes, y dijo que cesará el abuso de las cadenas nacionales.
¿Esas decisiones son la aceptación de una política inapropiada o se toman desde un punto de vista funcional? Seguramente se midió que las cadenas nacionales no son bien recibidas por los electores y, quizás, se decidió que al Gobierno le conviene tener presencia en los medios independientes para interactuar con un sector informado de la sociedad, algo difícil a través de los medios dependientes.
Si solo se trata de un interés coyuntural, no debe llamar la atención que el presidente Correa siga atacando a los medios privados en sus enlaces. Ellos siguen siendo los enemigos a derrotar pero la estrategia obliga a no usar tácticas que hoy resultan chocantes.
El Presidente ofreció cambios después de la no aceptada crisis de Gabinete. Lo que se ha visto son movimientos en el viejo estilo del reciclaje, una muestra de que sigue vigente la creencia de que los cuadros de AP son multifuncionales e imprescindibles. No se sabe si el cambio de Carlos Marx Carrasco es el de un buen recaudador a un ministerio que necesita ser más draconiano, o si se quiere bajársele el perfil a una entidad draconiana porque los resultados mostraron que el talón de Aquiles en Quito era la percepción de altos tributos.
Desde luego, para una estructura que se convenció de lo sempiterno del proyecto, con unos funcionarios que ya se acostumbraron al buen vivir, debe ser muy difícil asimilar un golpe de esta magnitud. Tan poco están acostumbrados a las derrotas, que no se les ha ocurrido mejor cosa que sacar el as de la salvación de un solo toque: la reelección. Es incoherente que Correa la presente como un ensayo, dado que -dice- él ni siquiera la ha aceptado. ¿Será que están pensando en la reelección de Jaime Nebot o de Augusto Barrera? ¿Ganaron o perdieron? Decídanse de una vez. De lo contrario no habrá estrategia que sirva, por más que de una vez por todas Vinicio Alvarado termine de regresar a sus antiguas y efectivas funciones.