Callémonos. Se puede molestar si pensamos en voz alta; rabiará si osamos escribir lo que sentimos; si narramos lo que vemos. Callémonos; mejor la hoja en blanco, el lienzo vacío, el silencio a la mentira, a la complicidad, a la condescendencia, al acomodo. Mejor encendamos el televisor que en segundos tronará la voz del supremo mostrándonos la única Verdad: “avanzamos”; “tenemos Patria”. Mejor pensemos que con esas “hermosas carreteras”, con “tan monumentales obras”, no hay motivo para el descontento. Sería molesto, ofensivo para con la majestad del poder.
Callémonos. Se aprobó la Ley de Comunicación y desde hoy “la Patria será para siempre” porque todo lo que leamos, miremos, escuchemos en los medios de comunicación será veraz, verificado, oportuno, contextualizado y plural. Desde hoy morirá la “prensa corrupta”, flaquearán las “gorditas horrorosas”, se amordazará a los “periodistas mediocres”. Se acabaron las preguntas incómodas, las entrevistas polémicas, los comunicadores incisivos. La voz oficial reinará en torrentes de propaganda. Es así como debe ser. Es así la única forma de salvar esta revolución, de ejercer nuestro derecho “al buen vivir” “en el mejor lugar del mundo”. Si no lo hacemos podría regresar la partidocracia, comernos el imperialismo. Ahora sí podremos creer sanamente en cada eslogan oficial, en cada jingle propagandístico del Gobierno, sin las odiosas interferencias del gran hermano, las narcovalijas, los chucky seven, los come cheques. Seremos revolucionarios, evolucionarios. Seremos hombres y mujeres nuevos. Es cosa del pasado la protesta, el grito, el llanto. Desde hoy se instaurará en el Ecuador un estado de propaganda; la publicidad oficial sustituirá a la realidad; una “realidad” entre comillas.
Sí, un estado de propaganda en vez de un Estado constitucional de derechos y justicia. Con la Ley de Comunicación esa será la principal política pública. Ya ha sido prioridad desde el 2007 pero ahora se instaurará con más fuerza. Es muy simple: consiste en callar a todos y solo dejar que hable el poder; silenciar la disidencia, abolir la crítica y poner todos los parlantes a la propaganda gubernamental. Manera fácil de resolver los problemas nacionales con una ineludible condición: nuestro silencio y aplauso a cada gesto del supremo; nuestra aceptación, sin reparos, al “mundo” creado por las agencias de publicidad. Aquello hasta que la realidad nos estalle en la cara; hasta que la ineficiencia, la corrupción, la falta de empleo y oportunidades queme nuestros pies y, entonces, echemos a correr con ansias, enojo, total desesperación a ese país de libertad que siglos atrás un hombre llamado Chusig escribió que podía existir. Gracias a EL COMERCIO por invitarme a compartir nuevamente este espacio .