La evidente disputa por el poder entre el gobierno actual y el anterior ha destapado la olla de la corrupción, impresiona saber la cantidad de dinero público utilizado en coimas, sobornos, comisiones y otros, que habría pasado a manos privadas, en su mayoría de miembros del sector público del gobierno anterior.
Las cifras que se exponen al público son escalofriantes, solo Odebrecht habría pagado 33,5 millones en sobornos, la repotenciación de la refinería de Esmeraldas tendría un sobreprecio superior a los USD 2 mil millones, según Fernando Villavicencio, mientras que se estima en alrededor de 7.200 millones, las comisiones entregadas correspondientes al 10% del total de los contratos adjudicados por el Servicio Nacional de Contratación Pública (SERCOP), de lo más evidente.
La declaración del presidente Moreno de realizar una “cirugía mayor a la corrupción” ha sido aprobada por la mayoría de los ecuatorianos que añoramos un país próspero y transparente, digno de nuestros antepasados ilustres y herencia inestimable para nuestras sucesivas generaciones, sin embargo políticamente está siendo muy bien utilizada, donde los ciudadanos nos hemos convertido en observadores impasibles de una lucha de poder al más puro estilo del imperio romano y las peleas logradas en el coliseo, donde se contemplaba como un espectáculo las luchas entre gladiadores y cómo se despedazaban las bestias allí entregadas.
El flamante presidente no desaprovecha oportunidad para convocar al dialogo, palabra valorada profundamente por millones de ecuatorianos amantes de la democracia, y congregar en su entorno a indígenas, fuerzas armadas, funcionarios públicos, trabajadores, choferes, maestros y políticos y con ello fortalecer su silla presidencial, mientras Alianza País se divide entre quienes se arriman a ella, más por interés que por convicción y quienes buscan empujarla.
Una más de tantas estrategias populistas, pues el primer paso es persuadir, si no fuese así ya se hubiesen adoptado medidas para concretar el discurso político, pero no, sigue allí e intacta la ley de comunicación, que coarta la libertad de expresión, el impuesto a la salida de divisas, que traba la inversión nacional y extranjera, la postura internacional, frente a la tragedia de Venezuela, que nos hace cómplices de la barbarie del socialismo del siglo XXI, ejemplos indiscutibles donde sobran los discursos por perfectos que parezcan.
Da vergüenza sabernos como un país que ocupa los primeros lugares en la lista de corrupción en América Latina, lo que nos lleva a profundizar la inequidad económica y social, pues mientras unos pocos han enriquecido súbitamente, miles de ciudadanos honrados y trabajadores se ven privados de las necesidades básicas y sufren diariamente restricciones esenciales.