El mercurio sube peligrosamente, mide la fiebre acorde a la corrupción y, ante la descarada e indigna verborrea que pretende encubrirla. Los presuntos acusados sienten afectación e injusticia cuando la balanza, parece equilibrarse. Tibia reacción de quien ofreció que caiga quien caiga esta plaga sería eliminada. Es poco tiempo, verdad, pero, sus palabras suenan huecas cuando no hay una resistencia tan virulenta como la enfermedad que sume al Ecuador en un estado comatoso. Tibieza, como la que arropa a los recién nacidos entre tejidos afectuosos. Reacción a una serie de insólitos acontecimientos que no aclaran ni convencen ante lo ya conocido.
Cumplimos una década de lo mismo, populismo mercantil ideológico que, si se contaría en dólares ‘volados’ y, no en votos, triunfa impune.
Tibia, la respuesta, ante el potencial migrante quien, rotundamente, debería tener arraigo. Sus palabras acusatorias, una mofa descarada. Audaces sus declaraciones. Tibia la transparencia del sorpresivo proceso de quien busca la denuncia protegida ante las realidades de las negociaciones que surcan el imaginario de la corrupción. Realidad alejada del escenario legal, ¿ será que entre compañeros se entienden?, pero el pueblo exige una templada explicación. Se llevan la patria sin vergüenza alguna.
Tibia la respuesta del actual fiscal, cuyas intenciones no se han despejado aún, mientras refuta, ardido, el fantasma del Twitter desde ultramar y sus fieles patronas. Ondean los banderines propaganda de quienes aún quedan en custodia del ‘botín político’. En nombre de la década perdida, supuesto resguardo de la ideología, osan proponer nuevos juicios cuando hay indagaciones pendientes todavía. No es el momento de estadísticas de calcular los votos futuros, sino, de resguardar el presente, detallando uno a uno los atropellos a la dignidad de los ecuatorianos, embistiendo cada abuso, cada escamoteo, sin importar quién fue la voz mandante o quién plasmó los sueños de grandeza, no en referencia a la gloria histórica, sino, al egoísmo sagaz que aprovechó la ingenuidad, entiéndase esperanza, de una población menesterosa. Parafraseando, aquellos que afectaron a la patria, tienen nombre y apellido, es mandatorio anotarlos y apuntar sobre ellos la justicia, sin tregua.
Tibieza ante el innombrable descaro de quienes, sintiendo el embate de la justicia, responden como mártires y denuncian, ahora sí, el ataque de la ley. Tibia demostración, luego de floridas e interesantes declaraciones, contra quienes, hoy, no recuerdan que el pueblo votó y lo escogió como su líder. Pero cuando lo que sucede no lo comparte a una fracción olvidan a conveniencia el mensaje de los votos. ¿Tibieza debida a verdades que aún no salen a la luz, y que arrastra en silencio? ¿Debate interno que lo lleva a la denuncia, pero no a una resolución definitiva? Es momento, que, en respuesta al mandante, el mandatario enfrente a la corrupción que sumió a Ecuador en la vergonzosa década perdida. Deje la tibieza para otros tiempos; la indulgencia del pueblo caduca fulminante.