La victoria de Trump en los Estados Unidos ha desatado múltiples críticas al llamado discurso “políticamente correcto”. Mi opinión es que los votantes norteamericanos optaron por la peor opción: el inaceptable discurso xenófobo, sexista racista, intolerante, ignorante, e incluso mentiroso, de Trump.
Se afirma que -en parte- el resultado de las elecciones expresa, además de los riesgos que conlleva la democracia, una suerte de rebelión contra lo “políticamente correcto”, entendido-aunque no existe un consenso sobre su alcance- como el “conjunto de comportamientos y actitudes que tienden a minimizar la discriminación de diversos grupos en función de su origen, raza o sexo”, que tiene como una de sus expresiones el rechazo al uso de un lenguaje o un comportamiento ofensivo.Se considera que años de represión a ciertas expresiones ofensivas han producido un efecto contrario al esperado, se ha impedido que las personas manifiesten lo que realmente sienten y cuando alguien dice lo que los demás callan, se multiplican las adhesiones.
Muchos creen que lo políticamente correcto se reduce a una postura, una máscara de algunos académicos, políticos y activistas para reprimir el debate público y la libertad de expresar opiniones de forma clara y firme. El hablar no es indebido –se dice- todos tienen derecho a decir lo que piensan, reprimirlo es un grave error, una tiranía. Además, representa una mirada ingenua, el dejar de hacer comentarios públicos racistas, sexistas, xenófobos u homofóbicos no significa que estas ideas pasen desapercibidas.Debo decir que soy partidario y defensor del lenguaje políticamente correcto, no como una postura o una pose, sino como una expresión de respeto a los derechos de tosas las personas. Obviamente se esperaría que no haya personas que tengan ideas racistas, sexistas, homófobas, xenófobas pero cuando esas ideas se expresan abiertamente y se transforman en un pensamiento compartido por muchos, se puede pasar a las acciones.
Como se ha recordado en estas últimas semanas, en la Alemania de Hitler esto sucedió así, al inicio “sólo” eran palabras, después eran acciones, políticas, leyes. Hablar de la década del 30 del siglo pasado, y el ascenso de nacismo y el fascismo, es traer al presente como se alimentó el odio en contra de quienes eran identificados como culpables de la crisis económica y social que vivió Europa.
La corrección política finalmente es una barrera, no se trata de reprimir el pensamiento, de establecer la ortodoxia como norte, la hipocresía como forma de actuar o caer en los extremos de convertir el lenguaje de la Caperucita Roja a lo políticamente correcto, se trata de sentar las bases para superar las visiones que llevan a la violencia contra los que alguien considera distinto. Un primer paso es dejar en claro que un lenguaje ofensivo no es aceptable, seguro ya llegará el momento en que sea general dejar el discurso de odio y de desprecio contra otros seres humanos por convicción y no por corrección.