No es radical, gran orador, o panfletario incendiario. Pero el economista francés Thomas Piketty se tomó como una tromba los círculos académicos de Nueva York con la edición inglesa de su libro “El Capital en el Siglo XXI”.
La edición francesa salió en septiembre (Seuil), el mes que el movimiento “Occupy Wall Street” se tomó la plaza Zuccotti de ese distrito financiero, reclamando por la desigualdad en los ingresos.
Piketty sostiene, en base a un monumental procesamiento estadístico en países desarrollados a través de la historia (963 páginas sin contar las 165 del apéndice técnico disponible en la web), que Carlos Marx tenía razón: el capitalismo lleva a la concentración del capital. La sociedad se encamina a crear una clase de superricos que no tienen que trabajar, y una gran masa cuyos ingresos se estacan o deterioran.
Según Marx, la creciente concentración en pocos grupos económicos reducirá las utilidades y los ricos compensarán pagando menores sueldos. Esa “contradicción del capitalismo” llevará inexorablemente a la revolución social, sentenció.
Marx llegó a esas conclusiones a mediados del siglo XIX, con base en sus observaciones en una época que no había estadísticas: fue un economista teórico. Noventa años después, en un estudio estadístico entonces sin precedentes, el economista estadounidense de origen ucraniano, Simon Kuznets, desmintió a Marx, demostrando cómo a partir de la segunda década del siglo XX (las fechas varían por país) el capitalismo llevó a la reducción de las desigualdades, con el alza de sueldos y la reducción de las grandes fortunas. Los primeros países en adoptar el impuesto a la renta lo hicieron por 1913.
Las conclusiones de Kuznets se convirtieron en la ortodoxia económica. Pero hoy Piketty señala que el período 1913-1980 (aproximadamente) fue excepcional por la acumulación de las guerras mundiales (incluyendo la fría) y la gran depresión. Ha vuelto la creciente desigualdad.
Piketty es PhD en teoría económica y de tendencia socialdemócrata. De joven visitó el bloque soviético y vio las largas colas para conseguir alimentos. No propugna una revolución, sino reformas. Lastimosamente, es en sus propuestas que falla. Se requeriría un gobierno mundial, o al menos el equivalente a la OMC para asuntos tributarios, para establecer el impuesto global al patrimonio o los grandes ingresos que sugiere, puesto que de lo contrario, el capital fluiría a los paraísos fiscales.
El tiempo dirá si la obra de Piketty es sólida o acusa fallas graves: ya recibió críticas desde el Wall St. Journal. Pero el mensaje central es que la economía de mercado subsistirá si logra impedir la polarización del ingreso, o si por lo menos, aunque con desigualdades marcadas, todos mejoren su condición, por la creciente productividad.