Lo que sucede con los países europeos, que no pueden salir de la crisis por más esfuerzos que realizan, debería ser una importante advertencia sobre el manejo de las finanzas públicas. Grecia y España se acostumbraron a vivir, por más de una década, por encima de sus posibilidades. Con su plena inclusión a la Unión Europea empezaron a recibir recursos cuyo flujo consideraron que no tendría fin. Ampliaron su gasto, pero sus economías jamás alcanzaron los niveles de productividad necesaria para producir los ingresos necesarios para sostenerlo en el tiempo. El ajuste se hacía indispensable, pero sus gobiernos habían caído en el descrédito y no tenían la fuerza ni la disposición de hacer los correctivos. La crisis maduró y se llevó consigo a los gobiernos. Las nuevas fuerzas en el poder se han visto abocadas a tomar medidas ampliamente impopulares que han tenido como objetivo evitar el desplome total. Allí han aparecido las complicaciones políticas, en la que los propios gestores de la crisis aparecen de críticos de las decisiones adoptadas, generando un ambiente enrarecido en el que en estos momentos nadie se atreve a pronosticar qué sucederá en el futuro inmediato.
Analistas de renombre critican la posición de Alemania que presiona para que, previo a la entrega de ayudas, se tomen correctivos. No tienen en cuenta la posición al interior de suelo germano en el que los ciudadanos ven con desagrado que se aprieten sus bolsillos, para acudir en ayuda de países que no han tenido la disciplina fiscal a la que ellos se han visto sometidos. No debe resultar fácil afectar al erario público, que también posee una deuda enorme, para ir en rescate del vecindario y sin al menos tener la certeza que ese apoyo servirá para superar definitivamente la crisis.
Las críticas sobre el ajuste olvidan, al menos en España, el despilfarro principalmente en algunas administraciones autónomas. ¿Cómo se puede pretender apoyo sin pedir a cambio una contraprestación de austeridad? Resulta increíble que a estas alturas de la historia se repitan problemas que asolaron a los países. Estos años de crisis a Grecia ya le han significado la disminución de un 25% de su PIB. ¿Hasta dónde esperan llegar sin enfrentar en forma decisiva el problema?
En tiempos pasados estas crisis se solucionaban con devaluaciones, lo que a la vez provocaba caídas significativas de las economías. En la actualidad esta medida resulta impensable salvo que estos países abandonasen el euro, lo que daría un golpe enorme a los esfuerzos para unificar Europa. Es lo uno o lo otro. No hay medidas milagrosas. Los ciudadanos deberán hacer su elección. La situación europea es un espejo en el que no queremos vernos reflejados en el evento que, por cualquier causa, los recursos dejen de fluir hacia el interior de nuestro país. Siempre será bueno ser cautos y tratar de aprender de las experiencias ajenas, para no lamentar más tarde y tener que vivirlas en carne propia.