¿Qué hace que un gobierno se juegue con tanto empeño una carta que, desde cualquier óptica que se mire, implica un grave costo político? ¿Obcecación, imprudencia, ceguera, capricho, torpeza? Porque la convocatoria a consulta popular tiene mucho de esto. A primera vista, los coletazos ya empiezan a desbaratar la estantería oficial. El que militantes y ex militantes de Alianza País, grupos de la izquierda, indígenas y voces éticas del país se hayan pronunciado en contra, no puede ser minimizado bajo el argumento de la amplia aceptación popular, seguramente medida con encuestas. Estos sectores de opinión, que no ganan elecciones ni llenan plazas, tienen no obstante la posibilidad de influir en la población e inclinar la balanza.
Estas primeras escaramuzas no deben distraernos de lo que podrían ser conflictos más profundos. Ensayemos escenarios.
1. Si el Gobierno logra una amplia victoria en las urnas, tendrá que lidiar con una desgarradora lucha intestina por el reparto de la Función Judicial. No olvidemos que en Montecristi ya se produjo el primer intento por meterle mano a la justicia, apelando a la peregrina tesis de los plenos poderes. Se tuvo la desfachatez de hacer circular hojas con el listado completo de las “nuevas” salas de la Corte Nacional de Justicia, incluidos nombres de los jueces que las integrarían. Después de la consulta, un mal reparto de cortes y juzgados, inevitable ante la excesiva demanda de cuotas, va a dejar más de un resentido y va a provocar más de un resquebrajamiento interno.
2. Un amplio triunfo obligará al Gobierno a dar soluciones inmediatas -más bien dicho milagrosas- a las demandas ciudadanas. Digamos que el pueblo está dispuesto a aceptar que el Gobierno atropelle la Constitución con el fin de dotarnos de una excelente justicia y asegurarnos nuestra seguridad cotidiana. ¿Qué pasará cuando la justicia no funcione y la inseguridad no se reduzca? Los imaginarios sociales en el Ecuador suelen ser tan volátiles como explosivos. El desengaño colectivo, en ese momento, será de entera responsabilidad del Gobierno.
3. Una victoria estrecha del oficialismo añadirá a las dos situaciones antes mencionadas una peligrosa dosis de impopularidad e ilegitimidad. Las iniciativas y las respuestas políticas desde el poder se volverán mucho más forzadas.
4. Una derrota del Sí en la consulta, dificilísima pero no imposible dadas las circunstancias que se están presentando, sería lapidaria para el Presidente, para el Gobierno y para AP.
El voluntarismo político no solo que es un mal consejero; con frecuencia cae en el terreno de la superstición, nubla el entendimiento y extravía la brújula. Conduce a ver utilidades en las pérdidas.