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El 1 de Mayo, muy temprano, salí a hacer ejercicio por las calles de Quito. Correr a esas horas, sin ruido ni contaminación, y oliendo algo de la naturaleza es un placer. Pues esa mañana del viernes anterior, pasé frente a un par de ministerios y para mi sorpresa encontré dos buses escolares esperando gente que saliera de las oficinas. ¡Obviamente, se subían al bus! Se iban de paseo a la plaza de Santo Domingo, luego de haberse presentado, supongo, en la Dirección de Talento Humano (antes oficina de personal). Las marchas organizadas por el Gobierno (¿cuánto habrá costado a los contribuyentes?) y por organizaciones e individuos no afines a Correa, estaban en proceso. Así, como trabajador de más de 35 años de haber aportado al IESS, y unos cuantos sin hacerlo, decidí caminar hacia la plaza de San Francisco.
Llegué al sitio de concentración de una de las marchas y encontré a miles de personas (los calificados por el Presidente de “pelagatos”).
Toda esa gente de distinta tendencia política, de organizaciones sociales diferentes, y pertenecientes a estratos económicos y sociales disímiles, esperaba que abran la calle Guayaquil para caminar hacia el punto en el cual se llevarían a cabo los actos centrales para ese inmenso número de personas, que al son de tambores, música, exclamaciones, demostraban su molestia por las actitudes del gobernante y su grupúsculo de favorecidos con su cercanía.
Los carteles que portaban los representantes de las diversas organizaciones, como gente independiente que acompañaba el lento pero firme paso, confluían en los mismos reclamos-peticiones: No a la elección indefinida; No a la manipulación de la Constitución aprobada por el pueblo en 2008; No controlar ni acallar a la juventud estudiantil; No a la prohibición de las protestas ciudadanas; No al entreguismo al imperio chino; No al desconocimiento de la deuda del Estado al IESS; Abajo el servilismo de los asambleístas de Alianza País; No al incremento de los aranceles en 2 800 productos; No al autoritarismo; etc.
Durante el recorrido se oyeron versos como “No queremos y no nos da la gana / que el plan familia se meta en nuestra cama”. O aquello de “Correa mentiroso y calumniador, / el pueblo te rechaza en todo el Ecuador”. Los propios pelagatos, es decir, todos los que allí estaban, exclamaban: “No somos cinco ni somos cien / Correa… (autocensura) / aprende a contar bien”.
La plaza de San Francisco se llenó. Con dificultad pude llegar hasta el atrio de la iglesia y aprecié que estaba repleta de “pelagatos”. Con la gente que estaba en las calles intentado ingresar se habría llenado más de una vez la plaza.
Luego de los discursos de rigor, abandoné el recinto recordando una de las tantas exclamaciones que acompañó el recorrido: “Correa, los pelagatos no reciben sánduche, ni tienen temor”.