En sitios de comida típica, prefiero platos acompañados de patacones. Pero es una desagradable sorpresa verlos en el menú del Banco Central. Hagamos historia.
En agosto 2001 Argentina vivía una estrechez fiscal. La convertibilidad le requería tener un dólar en sus arcas por cada peso que emitía. Las provincias exigían sus rentas.
De la Rúa les pagó no con pesos sino con letras de cambio de baja denominación y con apariencia de billetes. Se obligó a que las reciban los establecimientos comerciales.
La medida alivió la iliquidez, las provincias imitaron. El nombre que pegó fue el del papel emitido por Patagonia: el patacón. Cinco meses después se derrumban el sistema cambiario y la economía argentina.
Desde sus inicios, a la administración Correa contraría y preocupa la pérdida de política cambiaria que conlleva la dolarización. La imposibilidad de devaluar les ocasiona profunda angustia cuando hay indicios de un deterioro de la balanza de pagos.
En parte por eso llegaron a un entendimiento con China que significó un espaldarazo financiero.
Periódicamente se restringen las compras externas. Cuando en noviembre cayó el precio del petróleo, se adoptaron como emergentes las draconianas normas técnicas que frenaron las importaciones. El petróleo se recuperó casi enseguida, pero recién en abril comienzan a relajarse los controles.
Otra medida para frenar la salida de divisas fue el impuesto ISD, que gradualmente subió de tasa. Pero ahora se busca algo más drástico. Emitir moneda electrónica.
¿Qué pasaría si hubiese una salida drástica de divisas, digamos por un desplome del precio del petróleo, como en 1998-99? En aquel entonces se produjo una profunda devaluación, quiebra del Fisco y del sector financiero, y para frenar la hiperinflación, dolarizamos a un tipo de cambio tan elevado que para los extranjeros, nuestros precios internos eran paupérrimos.
Hoy, en cambio, la salida de divisas resultaría en una profunda iliquidez, nadie tendría cómo pagar, por lo tanto no habría ventas, las tasas de interés subirían por las nubes.
Ahora nuestro Gobierno, mediante resolución reciente, se atribuye la posibilidad de emitir dólares electrónicos, convertibles en dólares verdaderos.
Si bien en caso de una crisis de liquidez, los dólares electrónicos podrían dar un respiro temporal, pondrían en peligro la dolarización, ya que no hay reservas líquidas que los respalden. Incluso los depósitos de la banca privada están parcialmente respaldados por el oro monetario, al no haber suficientes dólares.
Menos malo sería que Finanzas emita certificados de tesorería, cetes, en formato de billetes, o sea una deuda, y no el Central una moneda. El patacón no me gusta en el menú, pero el dólar electrónico aún menos. Mejor, prudencia en el gasto y cambiar de menú.