Ha pasado ya medio siglo desde mi última carta y te recuerdo junto a mis congéneres, pues estamos urgidos de un regalo. Nos hemos dado cuenta que nos eres más necesario ahora, adultos y viviendo en nuestro país. Conoces que hemos perdido la capacidad de expresarnos libremente y que tenemos ahora censores del pensamiento y de la opinión. Sabes que la educación es dirigida por la burocracia. Has visto que las universidades son regentadas por los tecnócratas. Nuestra libertad ya no es atributo natural, es ahora un privilegio otorgado por el Gobierno que, de paso, se ha apropiado de la justicia. Nuestra propiedad es un objeto a libre disposición de las apetencias de los que mandan. El temor a ser ciudadanos con facultad crítica del poder político es la prisión elegida. Estamos devorados por el Estado y su insaciable apetencia. Nos han amputado nuestra dignidad, pues, somos instrumentos de quimeras extrañas y del arribismo de los masificados.
Estamos, como lees, repletos de aspiraciones infantiles que compartimos con los compañeros de la tercera edad que fueron archivados -tú estuvieras entre ellos- y reemplazados por una jorga de complacientes que, carentes de enjundia para superarse, arriban gracias a su obsecuencia y servilismo. Sí, Papá Noel, estarías sin chamba y sustituido con un joven ardiente y sumiso que entregaría juguetes pintados de verde, hechos bajo normas Inen y adecuados a la nueva matriz productiva.
En esta Navidad no queremos nada material, sólo la libertad perdida y no nos salgas con que no la merecemos por haberla cedido cual dóciles borregos. Eso no sería gracioso de tu parte, pues, si te la pedimos regalada es porque no pretendemos pelearla. Piensa que si vencemos el miedo y resistimos a los jueces del Gobierno, a los fiscales del Gobierno, a los armados del Gobierno, a los códigos del Gobierno, a las cárceles del Gobierno, a los censores del Gobierno, a la prensa del Gobierno, a los espacios televisivos del Gobierno, a los recaudadores del Gobierno, no necesitaríamos que nos premies con la libertad y carecería de sentido anhelar tu presencia en nuestras navidades. Reciproca nuestra nostalgia y visítanos previa escala en Bielorrusia o Venezuela, nuestros fraternos.
Papa Noel, tráenos la libertad como obsequio que merece nuestra cobardía y miedo vergonzante. Piensa que compensas la traición que hemos hecho al niño rebelde de Belén que murió para que vivamos con dignidad, pues Jesús resistió concediendo al César, pero le negó el poder total que, en cambio, nosotros hemos aceptado silentes. Te necesitamos, viejo querido, para que traigas como regalo la libertad perdida y para que inyectes al Gobierno una dosis de humanismo, extrayendo de él los humores que causaron la paranoia de Caifás.
¡Feliz Navidad !