@cmontufarm
Francisco debe saber que los ecuatorianos lo esperan con alegría; que este pueblo, mayoritariamente católico, mira en el primer Papa latinoamericano una fuente de inspiración y una guía. Francisco debe saber que su visita será tremendamente importante y que su mensaje perdurará. Pero Francisco también debe saber que el Ecuador que lo espera atraviesa por momentos difíciles, que mucho de lo que le deben haber dicho no necesariamente refleja nuestra realidad y que su llegada tendrá inevitablemente una carga política. Debe haber sorprendido al Sumo Pontífice que las dos principales autoridades del país, el Alcalde de Quito y el Presidente de la República, hayan armado sendos periplos al Vaticano para anticiparse a su llegada. Extrañas maniobras turísticas que anuncian que, más allá de lo espiritual y religioso, se ve en la imagen de Francisco un acicate político.
Por eso Francisco debe saber, porque entiendo que a él sí le importan estas cosas, que el Ecuador no vive una democracia plena. Que la vigencia de los DD.HH., centrales en su concepción de la sociedad, pierde siempre contra el interés del Estado. Claro que en los últimos años ha habido mejoras en varios indicadores sociales (índice de pobreza, GINI, etc.) pero que, en general, el Ecuador es un país en que los derechos a la libertad de expresión y asociación son sistemáticamente conculcados. Francisco debe saber que en el Ecuador existe una concentración total del poder y que el mandatario, que en actitud humilde se le postra, funge en lo interno como un gobernante prepotente, intolerante, insultador; que no duda en arrasar con el que piensa diferente. Francisco debe saber que en el Ecuador hay perseguidos políticos, que se criminaliza la protesta social. Debe saber que están en trámite enmiendas constitucionales, patrocinadas por el Gobierno, para implantar la reelección indefinida, disminuir derechos, poner a los militares a cuidar el orden público, como sucedió en la Argentina de la dictadura militar.
De paso, Francisco debe saber también que existen muchas diferencias entre el kirchnerismo y el correísmo. En Argentina aún funciona, aunque con dificultad, un estado de derecho y existe una justicia que falla con independencia. Aquello en el Ecuador ya no existe: Jueces, fiscales, organismos de control son completamente obsecuentes al poder. Allá los medios no tienen sobre sí la ley mordaza que aquí está vigente, no existe un control tan férreo sobre la información, ni el gobierno desarrolló la maquinaria de publicidad y propaganda como aquí rige.
Por último, Francisco debe saber que el Ecuador está agobiado por una crisis económica de impredecibles consecuencias; que su visita coincide con un momento de graves dificultades ante las cuales el Gobierno deberá tomar muy duras medidas. Debe saber que en el país el descontento y la protesta social crecen y que los ecuatorianos tememos una respuesta represiva del poder. Debe saber que llega a un país agobiado, polarizado, lleno de problemas; un país gobernado con mano dura y que perdió el diálogo como mecanismo para afrontar sus desafíos.