Los cinco vocales del Consejo Nacional Electoral debieran empeñarse en hacer un auténtico pacto ético. La única manera de garantizar elecciones limpias en febrero de 2017.
Esta semana la autoridad electoral salió a divulgar un documento admonitorio para que los partidos políticos, los candidatos, los medios de comunicación no osen atreverse a divulgar piezas que podrían ser consideradas como propaganda electoral.
Esta autoridad, que debiera ser independiente con sus actos, y no solamente con sus proclamas, debería evitar ponerse una venda en los ojos, como lo han hecho sus antecesores que han representado al poder electoral ( ¡todo un poder electoral!) sin dar muestras ni amagos de independencia.
Un Presidente del CNE exhortó al Presidente para que no haga sabatinas en tiempo del silencio electoral que manda la ley. Enseguida el Presidente le exhortó para que no exhorte, y el titular del CNE ‘independiente’ , que antes había sido ministro del Régimen, un tiempo después no encontró nada mejor que afiliarse al movimiento oficial Alianza País. Un acto de colección.
Antes, en tiempos de la denostada partidocracia, los partidos políticos que más votos habían obtenido estaban representados de modo proporcional en las siete vocalías del Tribunal Supremo Electoral. No era lo perfecto y muchas veces recibieron críticas por ciertas intenciones políticas de sus fallos, pero era un sistema mejor que la simulación de independencia existente.
A dos posibles candidatos que emiten mensajes se lo quieren prohibir. Les retiran la pauta publicitaria, como a Paúl Carrasco y advierten con imputar al gasto si los que parecen en los avisos se lanzan de candidatos. Pero si la propaganda oficial, con toda una maquinaria de hábiles especialistas y marketineros, exhibe a un potencial candidato oficial en un acto público y se abusa de cadenas y spots, a ningún vocal se le ocurre siquiera abrir un expediente. Si una recolección de firmas de respaldo o afiliaciones ‘coincide’ con promociones de organismos gubernamentales, la autoridad no se muestra expedita, ni investiga suficientemente y si lo hace, cierra el caso por falta de pruebas, cuando la evidencia del uso de fondos públicos parecer notoria.
La independencia no se debe proclamar ni escribirla en una ley que luego se convierte en letra muerta. La independencia del Consejo Electoral se la observa en actos pulcros y comportamientos equitativos con todas las fuerzas políticas permitiendo que en esta etapa de preparación de las elecciones no quede sombra de duda de que el sufragio será respetado en su integridad y que los candidatos y fuerzas políticas podrán hacer uso de espacios públicos para proclamar sus ideas y exhibir sus planes.
Y para los medios de comunicación que no haya trabas. El CNE que no sea un juez controlador de los contenidos que por ética y tradición han sido equitativos y plurales. Se le puede preguntar a Rafael Correa si gozó de esa libertad el año 2006. Por lo demás, por ley, la campaña aún no empieza.