Con excepción del año en que asumió el poder Abdalá Bucaram, siempre he sido optimista cuando un político o un ser humano (porque el hombre no puede ni debe perder esa condición nunca) llega al poder. Incluso me sentí optimista cuando asumió Rafael Correa hace 10 años porque representaba la esperanza de un país duramente golpeado por los que habían gobernado antes. Comencemos con una digresión antes de expresar mi optimismo por lo que hará en los próximos cuatro años Lenin Moreno. No habían transcurrido más de dos meses del primer gobierno de Correa cuando recibí en mi oficina una tarjeta manuscrita en la que él se refería a un artículo que yo había escrito en EL COMERCIO. En ese artículo me quejaba de tanta burocracia, concretamente del trámite para salir del país, que consistía en sacar un permiso en la Policía de Migraciones. Eso lo vamos a revisar, decía Rafael Correa en su escueta pero amable nota y a las pocas semanas derogó ese requisito. Solo por ese ejemplo me sentí muy optimista sobre su gestión como Jefe de Estado. Todo lo que vino después ha sido bastante analizado por los politólogos, por eso es mejor hablar del presente y de los primeros mensajes que renovaron mi optimismo en la política.
La cita que hizo Moreno de un político del siglo XIX marca una enorme diferencia con el pasado reciente: “La República no se perderá porque el pueblo se ría de su gobernante… La República podrá perderse cuando el gobernante se ría de su pueblo”. Pudiera parecer una frase más en medio del fragor de un cambio de gobierno o de la solemnidad que un acto de ese estilo transmite, pero no, el contenido de esas palabras es profundo, nos está diciendo que Lenin Moreno se tomó muy en serio la responsabilidad de ser Presidente de todo el Ecuador. Significa que será tolerante con las ideas que no comparta y que la libertad de opinar, de crear, de innovar o criticar será respetada. Porque según el Presidente la libertad de expresión la encontramos en el humor, en el arte, en la crítica. “No puede haber diálogo sin libertad de expresión”.
Con estos dos ejemplos, más la anunciada austeridad fiscal, es suficiente como para volver al optimismo. No hay que olvidar que la sociedad está dividida y confrontada y, lo más grave, hay un pesimismo muy marcado por el futuro de la economía; también es importante derribar las barreras mentales de los anti y de los pro.
En el siglo pasado se había quedado el pro Velasco y el anti Velasco que dividía a las familias. Sería ridículo volver a esas pasiones desatadas por el ego político. El Ecuador como nación debe tener prioridades que vayan mucho más allá de quién nos gobierne. Muy alentadora también fue la ausencia de Maduro en la posesión del nuevo mandatario; veo un mensaje esperanzador en Lenin Moreno, vuelvo a ser optimista.
@flarenasec