Hay que apelar al beneficio de la duda sobre la mayoría de la oposición parlamentaria y afirmar que son maquiavélicos, descendientes de Richelieu o producto de un desliz de Bismark. Esto es preferible a considerar que se los identifique como parte de una torpeza política colectiva, de bochorno, o acostumbrados a una sistemática “metida de pata”.
En primer lugar, sufren de un problema de ubicación. Algunos siguen en la campaña pasada -estos no se recuperarán- y otros ya están en las próximas, disputándose los primeros puestos de las listas. En el otro lado es diferente, pues se ubicarán los que por lo menos lleguen a las afueras de Bruselas.
Es comprensible que los de la divisa verde estén desconcertados ante el brusco cambio de lo que todavía es una tormenta común, pero que puede convertirse en huracán. Para guardar las apariencias, al fenómeno atmosférico que se avecina se lo podría bautizar con el nombre “Vladimir IIyichh”.
Por eso, con ansiedad en ambos lados, se esperan decisiones del Presidente: arremete o pliega las banderas. La agenda es similar a las nubes de una gran tormenta: destino del vicepresidente; que se continúe con la autopsia macabra del caso Odebrecht y otros; además, que venga y no se sabe de dónde ni su contenido, la Consulta que a lo mejor solo tiene un norte que es eliminar a todos del mapa legislativos: a las “ovejas” y a los “desubicados”.
Si existiese un mínimo de sindéresis, los de oposición tendrían que admitir que perdieron las elecciones y que no son mayoría; por ende, no abusar de figuras como la del juicio político que son fácilmente bloqueadas por la inexpugnable barrera de la CAL. Llegan a extremos de no comprender que los juicios políticos causan destitución y los penales tienen luz verde para que se traten en las vías judiciales como sucede con el juicio al vicepresidente, salvo que el Fiscal General hasta el 3 de octubre, con su instrucción, cambie la historia del país en los últimos diez años. Por eso, para evitar huracanes, al ex Contralor General se lo enjuició políticamente, pero sin riesgo alguno, pues residía en el exterior.
En estas condiciones se viene la consulta popular sin rumbo y contenido, solo como válvula de escape a la ira de una sociedad frustrada y estafada. En consecuencia, no solo la bancada oficial puede bloquearla o anularla. También los incoloros o variopintos que pueden convertirse en “tontos alegres”.
En el plano internacional ambas bancadas son indiferentes a la conducción de la política exterior, afectada por los estertores del chavismo madurista. No han reparado sobre el artículo 416 de la Constitución: -“Las relaciones del Ecuador con la comunidad internacional responderán a los intereses del pueblo ecuatoriano, al que le rendirán cuenta sus responsables y ejecutores…: no lo han leído o no lo entienden.”
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