En pocos días más empezará el diálogo que el Gobierno de Lenín Moreno desea entablar con los sectores productivos del país. No es la primera vez que una iniciativa como esta va a ocurrir. En el pasado reciente, los líderes gremiales y algunos empresarios de distintos sectores tuvieron varios acercamientos con el régimen anterior. (Yo participé activamente en uno de ellos).
Se establecieron agendas con temas de discusión y se conformaron grupos de trabajo que entregaron informes y propuestas; se hicieron proclamas en sendas ruedas de prensa y se publicitaron aquellos encuentros como puntos de inflexión en la relación entre el sector público y privado; se ofrecieron resultados importantes y positivos pero, al final, nada cambió. ¿Por qué esta vez podría ser diferente? La verdad, nadie puede asegurar que este nuevo diálogo que se inicia produzca resultados tangibles, es decir medidas de política económica, comercial e industrial que saquen al país de su estancamiento.
Un elemento que puede conspirar contra el buen desempeño de esta iniciativa es la complicada metodología de trabajo que ha sido fijada por el Gobierno. El diálogo con el sector privado se desarrollará a través de 24 mesas (cada una de ellas correspondiente a una industria o sector productivo) que deberán deliberar sobre cinco temas de fondo: el entorno productivo; la tributación; la inversión y el financiamiento; la innovación y la calidad; y el acceso a los mercados.
Un grupo de 12 personas abordará cada uno de esos temas, por lo que un total de 60 (5×12) personas intervendrá en los diálogos de cada mesa conformada. Nada menos que 1 440 (60×24) personas tomarán parte, a nivel nacional, en este esfuerzo de conversación y concertación.
Está previsto que en apenas 90 días, el trabajo de cada una de las mesas arroje consensos en torno a los asuntos prioritarios que deban ser resueltos por este nuevo Gobierno, en coordinación con el sector privado.
El camino está erizado de obstáculos pero, a mi modo de ver, vale la pena el riesgo y el esfuerzo. Para empezar, el presidente Moreno ha dado muestras claras de querer desmarcarse del estilo autoritario del régimen anterior y, por esta razón, de querer diseñar una agenda económica de consenso.
Si es bien entendida por todos los involucrados, esta iniciativa podría, finalmente, brindar la oportunidad al Ecuador de conformar una agenda mínima o básica de desarrollo y crecimiento, sin la cual será imposible que tengamos resultados consistentes en el futuro. Sin caer en el pesimismo ni tampoco en una actitud candorosa, me parece positivo que los empresarios y el sector privado ecuatoriano hayan aceptado la invitación de Lenín Moreno para embarcarse en este nuevo, y ojalá definitivo, proceso de concertación.
@GFMABest