Nuestra racionalidad se expresa en la lengua. La conciencia, la sensibilidad, los valores, los conocimientos y esperanzas de cerca de setecientos millones de seres humanos se ‘dicen’ en español, la lengua oficial de 21 países: España, en Europa; En América, Colombia, Ecuador, México, El Salvador, Venezuela, Chile, Perú, Guatemala, Costa Rica, Panamá, Cuba, Paraguay, Bolivia, República Dominicana, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Honduras, Puerto Rico. Guinea Ecuatorial, en África. (Cito estos países en el orden en que, en cada uno de ellos, se instituyó la respectiva Academia de la Lengua). La primera Academia fundada en América fue la Colombiana (1871) y la segunda, la nuestra, que nació en 1874-75. No es lengua oficial en los Estados Unidos, pero hablan español en el inmenso país, más de cincuenta millones de personas. En 1973, se creó la Academia Norteamericana de la Lengua. Existe una Academia Filipina de la Lengua, y se estudia español, virtualmente, en la mayoría de países del mundo.
Gracias a nuestro idioma somos, existimos como animales racionales e imprimimos certezas y coherencia al caos en que, sin la lengua, viviríamos. América es, en español; él posibilita nuestras aspiraciones y sueños, nuestro ser. Por esto, Trump, con su torcida ‘agudeza’, intuyó que la eliminación del español de la Web de la Casa Blanca sería el símbolo que mejor expresara su rabia y desdén hacia nuestros países. Pero como su intuición no llega lejos, no supo ni pudo plantearse cómo tal exclusión es el símbolo mayor, el mejor espejo de la torpe inhumanidad del que la concibió.
Lo más grande de la literatura universal se ha escrito en español. Imposible prescindir en nuestra historia de Don Quijote de la Mancha, de Cien años de soledad, de los cuentos de Borges, de la poesía de Quevedo, de Góngora, de Machado, de Darío, de Vallejo, de Neruda, de Paz, de…
El español es, sigue siendo, la segunda lengua de los Estados Unidos. ¿Cómo callarlo? En Nueva York se encuentra la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), cuyo director, Gerardo Piña-Rosales, “respaldado por toda la Junta Directiva de la institución, manifiesta su enorme preocupación por el “cierre [¿temporal?], de la página web en español de la Casa Blanca, la cual, durante el gobierno de Obama era su vehículo de información en la segunda lengua de la nación”.
La ANLE fundamenta esta reacción “en la importancia que tiene la inclusión social, política y cultural de los distintos sectores de la sociedad, entre ellos la mayor minoría, la de los hispanos, que con más de 50 millones de personas representa un 18% de la población total”.
“Si se tiene en cuenta que las proyecciones demográficas pronostican que los hispanos en Estados Unidos llegarán al 25% a mediados de este siglo, es contraproducente que se suprima ese canal de comunicación entre el Gobierno y millones de hispanohablantes”, resaltó el director de la ANLE.
Se ha suprimido un canal; se crearán mil otros, antes de que el mediocre anticristo Trump pueda imaginarlo.