Haymuchas y buenas razones para recordar el pasado: reconocer a quienes contribuyeron a ser lo que somos, identificar a los responsables de nuestros problemas, establecer los errores que cometimos. No todo hecho del pasado merece ser recordado; sin embargo, existen algunos acontecimientos que son especialmente relevantes, dolorosos o significativos que deben ser mantenidos en nuestra memoria, porque han marcado nuestro presente.
El mantener viva la memoria es tan importante para los pueblos que es bien sabido que los regímenes totalitarios han buscado, con enorme afán, borrarla o reescribirla a su conveniencia. Eliminar, maquillar la información, transformarla para su provecho, es una práctica muy común en los totalitarismos. La lucha contra la desmemoria es clave para las sociedades democráticas. Es casi una forma de subversión en ciertas circunstancias.
Es imposible no mantener en la memoria ciertos hechos de nuestra historia reciente. Por ejemplo: no podemos olvidar a los responsables de una crisis institucional, democrática, económica y social que afectó a miles de personas, que le costó superar al país. Olvidarlo sería un error imperdonable; pero en relación con nuestra memoria reciente estamos enfrentando dos amenazas: una peligrosa tendencia a construir versiones oficiales del pasado y el uso de ese pasado para rehuir las responsabilidades en el presente.
Un texto de Tzvetan Todorov (lingüista, crítico literario, historiador y filósofo francés, nacido en Bulgaria) puede servirnos como una especie de clave interpretativa para entender –en parte– la obsesión discursiva del Presidente con el pasado: “…preocuparse por el pasado… nos permite desentendernos del presente, procurándonos además los beneficios de la buena conciencia. Recordar ahora con minuciosidad los sufrimientos pasados[…] nos permite ignorar las amenazas actuales […], aparecer como un bravo combatiente por la memoria y por la justicia, sin exponerme a peligro alguno ni obligarme a asumir… eventuales responsabilidades frente a las miserias actuales”.
Cada vez que el oficialismo repite que el pasado no volverá o “prohibido olvidar”, cada vez que nos dicen que hoy estamos mejor, o cada vez que nos invade con imágenes del feriado bancario y nos hace un recuento del desorden institucionalSEnDvivido hace pocos añosSEnD está minimizando la preocupación social por nuestro presente y descalificando las razones del descontento de miles y miles de personas.
Estoy seguro que quienes salen a manifestarse no quieren regresar a los días del desorden y la crisis; se expresan contra un presente con el que no están de acuerdo; piden rectificaciones, respeto a la disidencia, un verdadero debate de los temas de interés público, una auténtica rendición de cuentas, una justicia (ordinaria y constitucional)
que actúe con independencia, un control efectivo del gasto público, etc. Piden cambios en nuestro presente, sin que ello signifique desconocer la importancia que tiene mantener viva la memoria.