Hace algunos días, uno de los mayores represores de la prensa libre, un tirano que asumió y usó con desparpajo y prepotencia todos los poderes del Estado; que enjuició, encarceló, persiguió, acosó y aniquiló a opositores y enemigos valiéndose para el efecto del poder y la justicia que eran suyos; que dilapidó miles de millones de dólares en obras con sobreprecio, en elefantes blancos y huecos, en corrupción y promoción de su figura, dijo en una entrevista a un medio español que habían “destrozado su proyecto vital”.
Imagino que en la mente enferma del personaje en cuestión, entre los enemigos de aquel proyecto ruinoso de vida estará sin duda la democracia a la que tanto aborreció y pisoteó durante los diez años de su gobierno; y estará también la Constitución que debía durar trescientos años, promulgada a su imagen y semejanza como símbolo de su jactancia, vanidad y ambiciones desmedidas, que hoy le puso un alto definitivo a su intención ilegítima de volver a ser postulado para un cargo al que no puede acceder por mandato claro de su Frankenstein.
Y, cómo no, rondará también allí, entre sus ensoñaciones y pesadillas, la dama justiciera a la que usó y mangoneó para beneficio propio y de los suyos, a la que dirigió y ordenó cual cafiche para aplastar a los que no le rendían pleitesía o se atrevían a criticarlo, a los que no creían en su revolución que terminó siendo una farsa, un festín de cohechos, sobornos, comisiones y satrapías que hoy, irónicamente o por una caprichosa voltereta energética del destino, van cayendo como él, poco a poco, ante el poder libre y renovado de esa dama a la que mantuvieron secuestrada para asegurar su impunidad por otros tantos siglos.
Imagino que el proyecto de vida de un tipo de esa calaña contemplaba, entre otras cosas, la sumisión y obediencia de un pueblo hambriento pero ansioso por vitorearlo y amarlo, similar en forma y fondo al de su colega venezolano al que ahora confiesa que asesora por un puñado de dólares. Lo que no sospecha aún el quejoso son las consecuencias de su confesión, pues esos dólares están manchados no solo por los delitos de sangre que ha cometido su amigo el dictador, hoy acusado y señalado por crímenes de lesa humanidad, sino también por el origen sucio, perverso, punible, de aquel dinero.
Y también imagino que en su memoria, mientras rezonga sobre su proyecto de vida truncado, aparecerán furtivos y persistentes los rostros y los nombres de esas personas y sus familiares que, segurante, tampoco lo olvidarán jamás: Fausto Valdiviezo, Jorge Gabela, Quinto Pazmiño, Froilán Jiménez, entre muchos otros.
Cínico, megalómano, contradictor flagrante de sí mismo, mitómano consumado, absorbido y consumido por un notorio síndrome de abstinencia, el tiranuelo se ha convertido en un garabato que va de tumbo en tumbo narrando las desgracias que le sobrevienen en cascada desde que dejó el poder, pero sobre todo, desde que el poder lo dejó a él abandonado en el camino.