Columnista invitado
El 11 de septiembre de 2001 murieron por el ataque terrorista contra las Torres Gemelas 2 823 personas. Entre 2011 y 2013 los muertos por accidentes de tránsito en el Ecuador sumaron más del doble de ese número: 6 568, según las cifras de los Anuarios de Estadísticas del Transporte del INEC. Y ese número podría ser mucho más alto: al menos lo es para Justicia Vial y Covial que, a partir de la recopilación de los datos de coberturas del Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito (SOAT), exhiben el escalofriante promedio de 13 muertos por día . El Ecuador tiene el segundo mayor índice de mortalidad por accidentes de tránsito entre los países de América del Sur: 27 por cada 100 000 habitantes, casi cinco puntos sobre el promedio regional, de acuerdo con el Informe Mundial de la OMS sobre seguridad en las vías .
A pesar de esas discrepantes estadísticas, tres hechos resultan indiscutibles: el elevado número de víctimas por accidentes de tránsito; estos no se reducen, sino que siguen en aumento, y un alto porcentaje de muertes se producen en las carreteras en buses del transporte colectivo. Tan frecuentes son esos siniestros que la sensibilidad nacional parece adormecida y no se escandaliza ante la recurrencia de ellos y su consecuencia más dolorosa: la pérdida de vidas humanas.
Entre las causas de los accidentes se mencionan la impericia de los conductores y el exceso de velocidad, que nos remiten a la concesión de licencias profesionales de manejo, las condiciones de trabajo de los choferes en las cooperativas de transporte y la prevención y control policial. Son conocidas las denuncias de corrupción en la concesión de licencias y las irregularidades en las escuelas de choferes. ¿Garantizan las licencias la capacidad de los conductores a quienes se encarga el transporte de pasajeros? Además, es necesario preguntar si las autoridades vigilan las condiciones de trabajo de los choferes, sus horarios y situación laboral.
El creciente número de siniestros en las vías prueba la ineficacia de las medidas de prevención y vigilancia. ¿Por qué no se controlan los límites de velocidad con dispositivos electrónicos? ¿Se cumplen con la periodicidad debida los controles del estado mecánico de los autobuses?
Faltan educación y el desarrollo de una cultura vial. Estos son males generalizados.
De otro lado, las penas más rigurosas de la Ley de Tránsito, con pérdidas de puntos en las licencias de manejo, multas y cárcel, no han reducido el número de accidentes y muertos en las vías. ¿Cuánto pesa en ello la impunidad de los responsables de los accidentes? Pero ¿se cumple en realidad la Ley de Tránsito? ¿Cuánto influyen las relaciones incestuosas entre los poderosos gremios de choferes y las instancias políticas en la incapacidad del país para reducir el número de accidentes que dejan en las vías tantos muertos como el más sangriento ataque terrorista?