Las protestas populares son como las olas del mar. Suben y bajan. Este 3 de diciembre bajaron de intensidad. Pero, ya mismo, desde enero, vendrán con más fuerza. El mar está bravo y se pondrá peor.
El 3 de diciembre, día culminante, de aprobación de las reformas constitucionales, se presumía que Quito se iba a incendiar y que los más de cien mil que salieron varias veces a las calles en los meses previos, iban a rodear la Asamblea. Tal era la preocupación por este hecho, que circuló el rumor, que los asambleístas pensaban en fugar de la ciudad para atrincherarse en Montecristi, para aprobar sus reformas a la Constitución.
Con este catastrófico escenario generado por las movilizaciones, los estrategas gubernamentales decidieron desinflar la presión social. Se desactivó la principal causa de la indignación popular. El Presidente se apresuró a decir que no quería la reelección inmediata.
La protesta social triunfó. Una de sus principales demandas fue cumplida. El caudillo, cada vez menos querido, había decidido irse, al menos temporalmente. Con esto, la mayoría de la gente bajó la guardia y comenzó a prepararse para el cuarenta, el canelazo y el “¡Viva Quito!”, promovido por una Alcaldía, como otras que decidieron, meter la cabeza bajo la tierra.
Con el camino allanado, pero con el terror a flor de piel, los asambleístas del Gobierno decidieron quedarse en la ciudad, pero con la condición de que miles de policías rodearan la Legislatura, para con su violenta protección, hacer los ajustes a una Constitución que fortalece el Estado autoritario sin control.
La mayoría de la población no sabía de los alcances de las reformas. Según Cedatos, el 85% de consultados no conocía los contenidos de los eventuales cambios constitucionales. Faltó tiempo para que los dirigentes críticos expliquen la gravedad de las reformas. Este desconocimiento eclipsó los ánimos de varios inconformes este 3 de diciembre.
Sin embargo, las causas de la movilización social siguen intactas, y tienden a agravarse. Desde enero, la crisis se ampliará. El trabajo bajará y el desempleo aumentará.
La gente, con más conciencia, del alcance de las reformas constitucionales y de la manera cómo se hizo el cambio, repotenciará su indignación. Volverá la mirada al 3 de diciembre, recordando a los 100 asambleístas que desoyeron el clamor de las masas. Ciertamente, según Cedatos, el 86,5% de ecuatorianos quería que las enmiendas fueran aprobadas por una consulta popular. La ilegitimidad de los 100 personajes con sordera ha crecido, debido también a la brutal represión contra los inconformes que estuvieron fuera de un recinto legislativo apertrechado, con toletes, caballos y tanquetas, para la guerra contra sus representados.
Luego de la embriaguez navideña vendrán olas gigantes. El mar estará muy bravo.