Querido Leonardo Di Caprio: nuestro propio Titanic se hunde. Y no es película. Es serio el asunto. Hemos leído que está interesado en donar tres millones de dólares para la conservación de la Amazonía ecuatoriana.
Su oferta llega a tiempo: las organizaciones locales están sin un centavo y no pueden trabajar. Imagínese… Casa Paula, por ponerle un ejemplo, la única casa de acogida para mujeres y niños violentados y víctimas de abuso, está a punto de cerrar por falta de fondos. No les vendría mal una ayuda. Y qué mejor si esa ayuda viene de un actor famoso y comprometido como usted.
No sé si lo sabe pero muchos de los fondos que han llegado por la Amazonía se han perdido en cosas inútiles: refrigerios, camisetas, bolsos, gorros, afiches, expertos, peritos (¡cómo abundan los peritos y consultores expertos!), planes de vida y estudios de factibilidad. Las organizaciones locales, en cambio, siempre con las justas, arañando, sobreviviendo, en soletas, con las justas para pagar sueldos (algunas). Otras ni para eso…
Pero además, querido Leonardo, está tan complicada la cosa que en las ciudades del Milenio, donde hay internados, no hay plata para la comida de los niños. Y eso, para que vea, ocurre en plena Amazonía, en el corazón del Napo y en la Reserva de Cuyabeno: se hicieron internados para los niños indígenas pero no hay para darles el almuerzo. A lo mejor con su contribución sepuede solucionar ese problema. Tampoco hay para la gasolina para transportar a los niños de sus comunidades al internado, dos veces a la semana. Y como los padres se quedaron sin trabajo o les deben desde hace algunos meses, están teniendo dificultad para resolver este problema que antes no tenían, cuando los niños estudiaban en la comunidad.
Demás está decirle, porque ya debe estar al tanto, que ahora mismo en la Amazonía estamos de luto nuevamente pues hay un serio problema no resuelto entre familias waorani y tagaeri-taromenani. Acabamos de perder a un joven waorani, Caiga, motorista y amigo, en esa guerra de lanzas. Ha sido una víctima más de un ataque de los indígenas “ocultados”, cuya presencia se hace visible solo cuando hay estos hechos violentos.
Ojalá, esta vez, en lugar de estar las autoridades peleando por quien sabe más o a quien le compete qué cosa, encuentren vías (y dinero, claro), para la justa reparación a las víctimas de este horrible incidente y para evitar así una nueva incursión de venganza.
Y si el Estado no tiene, a lo mejor puede acudir a su generosa contribución pues, los waorani, que viven del turismo en la zona, se van a quedar sin ingresos, al menos por un tiempo, hasta que las aguas del río Shiripuno vuelvan a su cauce. A ver si este Titanic amazónico no se hunde en las profundas aguas del olvido. A lo mejor recibe usted este mensaje en una botella flotando en el mar.