Cuandose calificó de ingenua la aceptación de Juan Manuel Santos a encontrarse con su homólogo Nicolás Maduro en Quito, pesaron en el análisis la iracundia que produce el Gobierno venezolano y no valoraron el entorno. El curso de los acontecimientos generó otras lecturas.
El Gobierno venezolano en su hecatombe se debate entre la hegemonía absoluta y las elecciones legislativas que se avecinan; sin embargo, salvo que ocurran imponderables que justifiquen una postergación, el proceso quedará librado a los escrutinios –no a las elecciones- donde el rol protagónico lo desempeña el organismo de control electoral, de vasta experiencia en las artes de la manipulación. En consecuencia, era necesario abrir un frente externo. Primero fue Guyana por una disputa territorial y luego, mucho más hiriente, la frontera con Colombia, a pesar del costo en imagen e imputaciones de violación a los derechos humanos de los colombianos desplazados.
Por alguna falta de previsión táctica entre Quito y Caracas se convocó a un diálogo entre los dos mandatarios enfrentados. El colombiano logró objetivos: a.- Distender la crisis con Venezuela firmando un acuerdo cuyo principal punto fue la normalización de las relaciones diplomáticas. b.- Mantener incólume la negociación con las FARC, por lo que la cita de Quito fue un pretexto, pues el verdadero objetivo era La Habana y, c.-Paralizar – en el plano interno- la férrea oposición uribista. ¿Cómo quedó Ecuador? Bien en el ámbito protocolario. Se desconoce si está satisfecho el Gobierno venezolano o sospecha que quedaron algunos “tontos útiles”.
En otro campo, en La Habana también se produjeron jugadas exquisitas de ajedrez. El Mandatario colombiano, luego de suscribir el edulcorado acuerdo de Quito, partió hacia la ‘Isla’ y concretó importantes puntos alias ‘Timochenko’, líder de las FARC. Luego, el papa Francisco también estuvo en La Habana cubriendo todo el protocolo posible, incluso obviando a los disidentes en un discutido gesto. Luego siguió la ruta hacia EE.UU. cargado de consejos y culminó su gira con gran éxito. Al margen del ajedrez, llegaron algunos mandatarios que se han eclipsado en sus países y que piensan que muchos de los asistentes a la Asamblea General parecen que duermen, pero en realidad están muy atentos a sus importantes piezas oratorias.
El balance para Occidente fue muy importante: Se desactivó la provocación venezolana; se avanzó considerablemente en el caso Colombia – FARC y el Papa en EE.UU. casi no dejó casi cabo suelto. Los signos de los tiempos quedaron marcados en imborrables escenas. Francisco copando varias cuadras de la principal avenida en Nueva York y también -¿martes 13?- la de Cristina de Kirchner, Nicolás Maduro y XI Ping.
Solo como corolario del juego maestro, hay que añadir, a título de sospecha, el archivo de la demanda contra Fundamedios y la aprobación del acuerdo con la Unión Europea. Siempre la luna roja acarrea signos extraños.
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