“¡Somos más, muchos más!”, típico eslogan correísta ideado para estimular el comportamiento de masas y excitar al rebaño. Es una forma de decir “los demás podrán tener los argumentos que sea, pueden hacer lo que sea, pararse de cabeza; nuestra masa de votos es tal que impondremos lo que nos plazca.” Pues un elemento fundamental del sistema democrático es la protección de las minorías y el diálogo, algo que a Correa le importa poco. Pero como sabemos, el economista ni conoce el sistema ni le interesa.
Es suficiente un eslogan simpático o una idea simple para que este mundo de ovejas olvide verdaderas razones. “Antes era peor”, entonces, por arte de magia, se limpia la falta de separación de poderes, queda olvidada la deuda con China, deja de ser un escándalo
que la Presidenta de la Asamblea tenga el tiempo libre para sacarse una carrera universitaria.
Vivimos en una ‘sociedad del espectáculo’, concepto ideado por Guy Debord en su libro de 1967. En esta sociedad, el espectáculo es un teatro que representa una realidad (por ejemplo, la del ejercicio genuino de la democracia), la gente -al identificarse con el espectáculo- siente/piensa que vive la realidad; cuando verdaderamente solo sigue de cerca una pantomima, una fantochada. “Todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación”. La pobre y desgraciada democracia… es difícil pensar en algo que haya sido tan teatralizado, falseado y torcido.
En nuestro país la democracia es un espectáculo de comedia, como un ‘sitcom’ estadounidense; la Asamblea es un teatro de parlamento (comiquísimo si se piensa en lo que debería ser su rol), las sabatinas, los procesos electorales… ¿para qué ir al Variedades?
Por suerte –mala o buena, es difícil distinguir– no es un fenómeno puramente ecuatoriano. El proceso de primarias para la presidencia del Partido Republicano estadounidense es paradigmático de lo que señalo.
Durante varias semanas, los analistas políticos pensaban que la candidatura de Donald Trump era apenas una estrategia mediática para captar atención. Parecía imposible que alguien con un discurso tan surreal -“voy a hacer que México lo pague (el muro en la frontera)” – esté postulando seriamente.
Lo fascinante es el efecto desencadenado: Trump hablaba más y más sandeces, los medios daban más y más cobertura a estas ‘perlas’ al tiempo que desatendían los discursos y hechos “reales” de las otras candidaturas, a causa de la espectacularidad de Trump y la atención mediática la popularidad del candidato subió.
Trump es un espectáculo grotesco, y en esta sociedad eso equivale a cobertura y
votos. Tanto así, que llegó arriba en los sondeos al debate del jueves por la noche. Allá o acá, la política se parece a un masivo y desagradable ‘reality show’.
jguarderas@elcomercio.org