Todas las sociedades humanas están inmersas en un conjunto de conceptos, teorías, interpretaciones filosóficas, creencias religiosas, doctrinas políticas y manifestaciones artísticas.
Aquel conjunto de pensamientos han formado un escenario ideológico. Bajo el principio universal de la libertad de pensamiento, en el campo político surgen interpretaciones, que al salir de las visiones consideradas clásicas fueron asimiladas en doctrinas de cobertura suficiente para su difusión mayoritaria, en los pueblos de cualquier lugar del mundo.
En el medio ecuatoriano, fueron los partidos políticos o movimientos registrados con sus doctrinas en el Consejo Electoral, los que accionaron para tener respaldo en los actos electorales a partir del máximo nivel del poder que es la Presidencia de la República; así como para integrarse en las curules parlamentarias. Esas representaciones pluripartidarias han sido disminuidas o anuladas en estos diez años y reemplazados por el populismo en el que hemos vivido. Por eso se produjo la desnutrición ideológica, al haberse alimentado al pueblo con un producto único llamado correísmo.
Siendo esta la realidad nacional, la contienda política convocada para el 19 de febrero próximo, dejará resultados que abrirían el sendero de una segunda vuelta electoral para que transite nuestro pueblo en vías democráticas, en razón de que el candidato oficial, no obtendría en las urnas el porcentaje suficiente para triunfar, al extremo de que al hablar en cada acto masivo, en lugar de adherir simpatizantes los ahuyenta hacia otras candidaturas, de vertientes de oposición, están fortaleciéndose en la primera vuelta o de forzar en términos porcentuales altos, para abrir horizontes de triunfo en una segunda convocatoria.
En el escenario del populismo correísta que se ha formado alimentándose del ejercicio del poder, el empobrecimiento ideológico ha sido evidente. La clásica división entre conservadores, liberales y socialistas dejó de existir hace más o menos dos décadas, después de que dichas fuerzas políticas se disputaban el poder presidencial y la representación legislativa.
Esperemos, con suficiente optimismo, que la concurrencia a las urnas sea demostración de que con la votación de las nuevas generaciones de ecuatorianos que lo hacen por primera vez, se manifieste la apertura de una etapa de vida democrática que liquide para siempre al populismo, y abra efectivamente las puertas de la alternabilidad política tanto para la Presidencia de la República cada cuatro años, como para una remoción de curules legislativas cada dos años, períodos que siempre vivió nuestro país en competencia orgánica de partidos y movimientos, a través de los cuales se expresó la soberanía del pueblo en pleno ejercicio de la división de los poderes ejecutivo, legislativo y electoral.