Es el momento de la responsabilidad abierta sin resquicios. Latinoamérica entera, sí, también el Ecuador, debe unirse a la tendencia, la democracia y los demócratas que existen en el continente. Defender a los demócratas en Venezuela y en Nicaragua y donde llegue la idea de convertir países paradisíacos y ricos, diversos y pacíficos, en naciones que matan a sus propias poblaciones por proteger su vanidad. No insultar más la inteligencia de sus pobladores quedándose callados o, peor aún, permitiendo que, de representantes de nuestro país, salgan frases que no sean un ataque a Chávez, Ortega y cualquier otro que se atreva a decir que busca la justicia social cuando lo único que practica es la injusticia pura y dura. Es hora de que nuestro país se sincere no sólo con sus propios habitantes y con los cientos de miles que buscan refugio en nuestros límites, sino fronteras para afuera, aunando esfuerzos con los otros demócratas que buscan la liberación de las fuerzas indomables de la ambición. No más medias tintas.
Es la hora de los valientes y los atrevidos. De quienes quieran hacer historia no sólo para sí mismos sino para los países que representan como mandatarios. Basta de hipocresías e irresponsabilidades. Basta de cegueras cómodas y juegos de inteligencia que desmoronan naciones, obligando a su gente a dejar su vida atrás y buscar fortuna, sin importar las dificultades. Basta de enfermos que mueren porque no hay medicina. Basta de personas que comen de los basureros porque las estanterías están vacías. Basta de luchadores, hombres, mujeres, jóvenes y niños traspasados por balas o en la cárcel. Basta de escuchar tanta mentira evidente y propaganda engañosa para engrandecer las vanidades de unos pocos.
Vamos Ecuador, nuestro mandatario debe cumplir el mandato de paz no sólo hacia adentro sino hacia fuera para contarnos entre aquellos que no encubrimos a nadie. Preferible una confesión de culpa de aquellos que se sienten desprotegidos o, peor aún, protegidos por los que andan rondando los países en busca de asilo. Preferible una condena justa que cien mentiras rondando la conciencia. Llegó el momento, la calma ya venció, la inteligencia para entender las jugadas se agotó. Las medias tintas son un silencio camuflado que más se parece a una aprobación que teme la crítica. Momento de librarse del espinoso problema y no de laurearse por la supuesta inteligencia de dejarlo libre, de pasar de manos el florón. De sus manos ya pasó y nos pide inteligencia para comprender sus tristes juegos. No somos un tablero de juegos de mesa, somos un país digno que requiere del respeto del mandatario por sus mandantes.
Que caiga quien tenga que caer. Que se aprese a todos quienes no respetaron la dignidad y, lo siguen haciendo calladitos, del gran país de paz. Que no quede impune ninguno, que la justicia actúe según la ley y no permita excusas que, además, insulten al escogido del pueblo para buscar un futuro. No más medias tintas.