La campaña electoral está fría, dice la gente. Si se compara esta campaña con las campañas del pasado en las que la ciudad entera se convertía en cartelera de afiches, consignas, logotipos de partidos y rostros de candidatos; cuando los muros se llenaban de grafitis y los medios rebosaban de publicidad; comparada con las campañas sucias del pasado, esta campaña está fría.
Pero, vista desde otra perspectiva, la campaña ha cambiado porque la publicidad electoral es controlada, los presupuestos son limitados y el discurso populista terminó agotado.
El discurso populista ha sido descrito de manera muy vívida por el economista venezolano Andrés Miguel Rondón en un artículo publicado en el Washington Post para que los americanos eviten los errores en los que incurrió la oposición venezolana.
Rondón dice que la receta universal del populismo consiste en descubrir una herida colectiva, hallar a quien culpar de ella y construir una buena historia para contar. El populista le dice a los heridos que él sabe cómo se sienten y que ha descubierto a los malos (políticos, empresarios, minorías…), los nombra y los caricaturiza; el resto es pintarse a sí mismo como salvador y capturar la imaginación popular con un cuento que comienza con ira y termina con venganza.
Este discurso populista que fue exitoso en las campañas anteriores, ya no era aplicable en esta campaña porque la gente ya sabe cuál es la herida y quién es el culpable. La herida es el desempleo y otras manifestaciones de la crisis y el culpable es el gobierno que ha contado con el presupuesto más grande de la historia y el período más prolongado en el poder.
¿Cómo podría el candidato del gobierno identificarse con las víctimas de la crisis? ¿Cómo podría nombrar al culpable sin mencionar al gobierno?
El populismo se quedó sin historia que contar. Fabricar una historia con las víctimas y pintarse como el salvador, hubiera sido pegarse un tiro en la nuca; era mejor el silencio y la evasión. El cuento populista de la ira y la venganza con participación popular era, claramente, anti revolucionario; es decir, contrario a la revolución ciudadana.
Los partidos de oposición en Ecuador no cometieron los errores que cometió la oposición venezolana que contribuyó, con su estrategia equivocada, a la consolidación de la dictadura chavista.
Por sagacidad o por incapacidad, los partidos políticos nuestros nunca intentaron derrocar al caudillo; nunca se negaron a participar en las elecciones aunque siempre denunciaron falta de transparencia; ni siquiera sirvieron como enemigo.
En la lógica populista, dice Rondón, si no eres la víctima eres el culpable.
La inacción de los partidos terminó dejando al gobierno solo frente al pueblo y puso al descubierto que no era tan listo, ni tan amigo, ni tan limpio; que no era el salvador que se vendía en la publicidad oficial.