Si alguna duda había sobre la impronta que iba imprimir el régimen a la marcha de la economía ahora, luego del veto enviado a la Asamblea a la ley de reforma económica cuya iniciativa nació del propio Ejecutivo y de las declaraciones realizadas por el Presidente a un diario español, ya no cabe llamarse a engaños: el rumbo elegido es continuar con el mismo modelo de su antecesor, sin que en el horizonte aparezca un correctivo de fondo como la situación amerita. Sobre lo primero ya observamos que es más de lo mismo. Incremento de tributos, aumento de vigilancia y controles, nuevas exigencias documentales que se traducen en más tiempo en la preparación de las mismas y mayor gasto para las empresas; en suma, dificultades adicionales que merman el tiempo y los recursos para producir. Todo lo anterior para intentar paliar el gasto descomunal de un Estado que lo absorbe todo, que no llega a saciarse de ninguna manera, simplemente porque no aparece por ningún lado la voluntad política de detener esa hemorragia que consume recursos de manera imparable. En cuanto a lo segundo, en una entrevista aparecida en el Diario El País de España, el Mandatario da cuenta de que no es su interés apartarse un ápice de lo realizado hasta ahora.
Pero sobre todo sus palabras no guardan coherencia; en el fondo, sus afirmaciones se contraponen unas a otras. Por un lado afirma que: “… el principal opositor es la falta de reactivación económica, la inmensa deuda que nos dejaron, la cantidad de obras inconclusas…” La crítica intrínseca realizada a la administración precedente, acompañada con frases como aquella que no estaba la mesa servida, por elemental lógica significa que el modelo implementado fue un fracaso que desestimuló la inversión, de lo que resulta que no exista reactivación; y, que si se optó por un agresivo endeudamiento es porque el esquema aplicado se sustentaba en un gasto descomunal que debía ser alimentado de cualquier forma. Los efectos los padecemos ahora.
Sin embargo, en la entrevista comentada, ante la afirmación del periodista que le indica que “su plan económico ha recibido críticas por no diferenciarse del anterior”, el Mandatario responde “… Ese es el proyecto que ganó las elecciones. Debemos ser consecuentes con aquello”. En consecuencia, se colige de lo dicho que, pese a haber sido un modelo que nos dejó endeudados, con obras inconclusas y sin reactivación económica, que jamás dejó vestigio alguno de mesa servida, por el hecho que con ese discurso se retuvo el poder, hay que continuarlo y, visto lo sucedido con el proyecto de ley económica comentado letras arriba, es lo que se está haciendo.
Parecería que no hay que llamarse a engaño y considerar que, en lo que resta de mandato a la presente administración, no cabe esperar de ninguna manera políticas que se distancien notablemente de lo que se ha venido haciendo los últimos diez años en materia económica. Se irán sorteando los problemas según aparezcan, pero es difícil que surja un derrotero nuevo que enrumbe al país de manera decidida a un cambio necesario y urgente. Eso sí, de manera afable.
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